Sandra Bermejo tenía 32 años y trabajaba como psicóloga en Gijón, donde hacía dos años que se había instalado para empezar una nueva vida. El pasado 8 de noviembre desapareció en el Cabo de Peñas. Su teléfono móvil dejó de emitir señal en este punto de la costa asturiana y su coche apareció estacionado en un aparcamiento próximo. En el interior del vehículo había su bolso de mano con sus pertenencias. Solo se había llevado el teléfono móvil y las claves del coche.
Desde entonces no se tuvo ningún rastro de ella hasta que su cadáver apareció flotando en el mar el 23 de diciembre. La autopsia determinó que las causas de la muerte fueron traumatismos por precipitación, es decir, por los golpes que sufrió al caer de un acantilado. Eso coincide con la teoría de los investigadores de la Policía Nacional, que defendían la desaparición voluntaria y que podría haberse suicidado o caído accidentalmente. Su familia, en cambio, está segura de que hay una tercera persona implicada en su muerte.
¿Se suicide o caída accidental?
Desde un primer momento la Policía Nacional ha considerado como principal hipótesis la desaparición voluntaria. En ningún momento han descartado que la joven se pudiera haber suicidado, ya que estaba atravesando una depresión en el momento que desapareció. La familia de la chica descarta eso, porque tenía previstos planes de futuro. Aquella misma tarde había quedado con una amiga, al día siguiente tenía una llamada con su madre y también había planificado encuentros por Navidad. Además, en el registro en su domicilio había una lavadora preparada para poner y la nevera estaba llena de comida después de que acabara de ir a hacer la compra. Todo son indicios que alejan la posibilidad del suicidio.
Otra opción que los investigadores se han planteado es la de la caída accidental. El Cabo de Peñas es una zona escarpada y llena de acantilados en que se pueden producir caídas de este tipo. Además, aquel 8 de noviembre hacía muy mal tiempo en la zona. La familia de Sandra Bermejo asegura que ella conocía muy bien la zona, era aficionada a la naturaleza e iba a pasear muy a menudo. Por eso, tampoco se pueden creer que cayera por accidente.
¿Estaba sola cuando desapareció?
El entorno próximo a Sandra Bermejo defiende que tiene que haber alguna persona implicada en la desaparición y muerte de la psicóloga. No descartan que alguien la pudiera empujar. De hecho, aseguran que la noche en que desapareció no estaba sola en el Cabo de Peñas. En este sentido, se cogen al testimonio de dos pescadores que aquella madrugada vieron dos coches al lado del de la joven mientras el resto del aparcamiento estaba vacío. Piden a los investigadores que los interroguen, ya que podrían ser claves para entender qué pasó.
Otra de las incógnitas sobre la desaparición de la psicóloga es la camisa que se encontró días después en una zona rocosa de difícil acceso. Su familia negó que fuera suya, pero unas imágenes inéditas han demostrado que era la que llevaba el día en que desapareció. Eso todavía genera más dudas en su entorno, que asegura que no estaba allí cuando se rastreó aquella zona por primera vez. Además, recuerdan que apareció en un punto totalmente opuesto de donde apareció el cadáver. Por eso, creen que alguien la manipuló y la dejó allí expresamente.
No hay que olvidar los vínculos que Sandra Bermejo tenía con 'Agua de Estrellas', un grupo esotérico que frecuentaba desde que se había instalado en Gijón hacía dos años. Con estas personas, lideradas por un hombre que se llama Roberto, había participado en diferentes retiradas espirituales. En una ocasión, había llegado a estar seis días en los Picos de Europa sin comer ni hablar con dos compañeros para "tener el cuerpo sano y la mente sana". Su último cumpleaños, el 3 de septiembre, también lo había celebrado con otros miembros del grupo en la finca de su líder.
Para descubrir si algún miembro de 'La Tribu', como lo llamaban dentro del grupo esotérico, o alguna otra persona estaba involucrada en la desaparición de Sandra Bermejo, el juez autorizó un duplicado de la tarjeta SIM del teléfono móvil de la chica para saber con quién había tenido contacto. Los investigadores tienen que hacer un estudio de todos los mensajes que se enviaron y recibieron desde las aplicaciones de mensajería instantánea o de citas y las redes sociales. También solicitaron tener un control de las llamadas hechas y recibidas y desde donde se hicieron.
Seguramente ninguna de estas líneas de investigación podrán dar respuesta a si estuvo acompañada o si alguien participó en su muerte. En caso de que alguien la empujara por el precipicio, solo se sabría si el autor acabara confesando. La autopsia que se le practicó no permite saberlo, ya que después de mes y medio en el agua, el cadáver estaba en un avanzado estado de descomposición y muchos órganos vitales ya habían desaparecido. No se pudo demostrar si tenía otras lesiones además de las de la caída. Una de las muchas incógnitas de este caso que posiblemente nunca se puedan resolver.