La vida de Michael Jackson estuvo llena de misterios y polémicas, pero las mayores incógnitas tienen que ver con su muerte, el 25 de junio de 2009 en su casa de Los Ángeles, en California.
Su obsesión con acabar en circunstancias similares a la de Elvis Presley, unas llamadas telefónicas y un médico negligente levantaron sospechas sobre la causa de muerte del cantante, que tuvo una sobredosis de medicamentos.
El misterio de la muerte de Michael Jackson
Uno de los nombres claves en las horas previas es Conrad Murray, su médico personal. Fue él quien lo encontró agonizando y casi sin pulso en su casa de North Carolwood, Los Ángeles.
Pese a realizarle las maniobras de reanimación cardiopulmonar, Michael Jackson fue declarado muerto poco después en el hospital. El primer informe rezaba "paro cardíaco" como causa de la muerte.
Pero la autopsia hizo saltar todas las alarmas: en el estómago y en su sangre había altas dosis de dos medicamentos: propofol y benzodiazepina, fuertes sedantes que el propio Murray le había recetado para tratar su insomnio. La mayoría de cabos, sin embargo, estaban sueltos: Murray admitió haberle administrado 25 miligramos.
Propofol, benzodiazepina y sobredosis
Primer indicio sospechoso: el propofol se administra normalmente de forma intravenosa, pero la sustancia estaba también en el estómago de Jackson, tal y como desveló la autopsia.
Esto motivó que en el informe apareciesen las palabras "indicios de homicidio". Bueno, esto y que la cantidad no eran 25 miligramos como decía el médico, sino 180.
Los policías que entraron en la habitación del artista tras su muerte, los detectives Orlando Martínez, Dan Myers y Scott Smith aseguran en el documental Killing Michael Jackson que el cuarto en el que se encontró el cadáver, "no parecía adecuado para ningún tipo de tratamiento médico". Aunque sí se encontró una bolsa llena de medicamentos, pero no el propofol.
Conrad Murray, médico personal y sospechoso
Y esto se enlaza con otra sospecha acerca del médico Conrad Murray, que no colaboró con el equipo de emergencias y que no mencionó el medicamento letal.
De hecho, los guardaespaldas de Jackson declararon ante el juez que el médico les pidió antes de la muerte del artista que se deshicieran de los restos de un "medicamento blanco", que podría ser la clave.
Las semanas antes de su muerte estaba ensayando para el estreno de su nuevo espectáculo el 13 de julio en el O2 Arena de Londres, This is it.
Su entorno más cercano relató después de su muerte que hacía tiempo que se obsesionaba con que algo malo le iba a pasar.
Miedo a la muerte y a acabar como Elvis Presley
Según una grabación telefónica que se atribuyó al cantante, pero que carece de respaldo objetivo, Jackson decía: "Puede haber un grupo de personas que no me quiera más aquí. No puedo hablarlo por teléfono, no sé que va a suceder pero lo presiento. Pueden dispararme, apuñalarme, incriminarme o decir que tuve una sobredosis".
Lo que sí se pudo constatar fue el registro de llamadas de Murray en los minutos previos a la muerte de Jackson. Once conversaciones con dos teléfonos diferentes y multitud de mensajes de texto salieron del móvil del médico mientras Michael agonizaba.
El último factor que añade ambigüedad a la muerte del cantante son sus propios pensamientos durante aquel mes de junio de 2009.
Tal y como declaró el periodista de investigación canadiense Ian Helperin -que reforzaba la hipótesis de un posible suicidio-, "No quería comer, no quería dormir, y cuando lo hacía, tenía pesadillas acerca de su muerte. A él le preocupaba defraudar a sus fans. Incluso dijo algo que me hizo pensar brevemente en un acto suicida. Michael dijo que podría morir antes de hacer los conciertos de Londres y que le preocupaba acabar del mismo modo que Elvis. Siempre se comparaba a sí mismo con Elvis, pero había algo en su tono que me hizo pensar en que quería morir, porque estaba cansado de la vida".
Su caso, que cuenta con numerosas demandas y juicios pendientes entre la familia, el médico y la promotora de los conciertos de This is It, siguen a la orden del día, sin resolverse aún uno de los mayores misterios de la escena musical internacional.