Mataró ha dejado atrás, un año más, la fiesta mayor en honor a las santas Juliana y Semproniana, más conocidas en dúo como "les Santes", como todo el mundo llama a la fiesta mayor de la capital del Maresme, una de las del país que mejor resume qué es fiesta popular. Miles de personas participan en los actos, los del centro, con el Robafaves, alto y con indumentaria medieval, y los otros gigantes y elementos festivos, pero también de las otras decenas de actos que organiza el consistorio cada año en honor a las dos santas. Ya sean los fuegos artificiales, que cierran el día 27, o las noches de concierto, que este año han estrenado emplazamiento en el Parc Central.
Les Santes, un reto de seguridad
Este nuevo lugar escogido para hacer las verbenas de la fiesta mayor, la Ruixada y también los conciertos de la verbena, ha obligado a repensar la seguridad, y esto ha ido a cargo de la Policía Local de Mataró, que, junto con los Mossos, y con los vigilantes de seguridad privada y controles de acceso, se encargan de que las noches transcurran sin problemas.
Un incidente, la noche del sábado al domingo, en el cierre del espacio, que derivó en un ataque a la policía con lanzamiento de botellas de vidrio, terminó con tres detenidos y ocho personas identificadas y denunciadas. Se trata de personas vinculadas a grupos organizados de la izquierda alternativa del municipio, que también mostraron pancartas, al día siguiente, en un acto de la fiesta mayor, para criticar la actuación policial. La concejal de Cultura, al retirar una pancarta, se hizo daño en la mano y necesitó atención médica. El resto de noches, sin embargo, la fiesta fue la protagonista de Les Santes, como no puede ser de otra forma. Los mataronenses ya vuelven a activar el calendario pensando en volver a vivir la fiesta. La policía, también.
Una noche de Santes con la Policía Local
Para conocer cómo funciona un dispositivo de seguridad complejo como el de una fiesta como Les Santes, en los conciertos nocturnos, ElCaso.com ha acompañado a los agentes de la policía municipal para saber cómo funciona, cómo se organizan y qué novedades tecnológicas han adquirido para poder trabajar mejor la seguridad en un evento con mucho público y en un espacio aún nuevo. En este vídeo de ElCaso.com se pueden ver imágenes del dispositivo y también escuchar a uno de los inspectores de la Policía Local de Mataró explicando cómo trabajan.
La combinación entre las capacidades aéreas que facilitan los drones permite, en tierra, mover con más diligencia las patrullas, ya sea a pie, en moto —los conocidos Guilla— o también en coche patrulla. Explica el inspector que tener una visión en directo, e incluso sin ser detectado, permite no solo no poner en riesgo a los agentes si no es necesario, sino calibrar la respuesta a un incidente. Antes era necesario enviar agentes de paisano para verificar las informaciones antes de activar recursos uniformados para afrontar problemas. Ahora, con el dron que pilota uno de los especialistas de MARS, una empresa altamente tecnificada que ofrece sus servicios a operadores de seguridad, los mandos, desde el mismo recinto o desde el centro de mando, en la comisaría, pueden activar y mover las patrullas para hacer frente a los incidentes durante la noche. El dron ha llegado para quedarse.
El aparato vuela desde un lugar apartado, pero puede llegar a cualquier rincón del parque. Permite prevenir peleas, cuando comienzan, detectar movimientos extraños, grabar si hay agresiones y también hacer vigilancia de posibles conductas delictivas, sobre todo en este tipo de fiestas: hurtos, robos violentos o tráfico de droga. Además del piloto profesional, un agente de la policía municipal sigue las imágenes que facilita la cámara del dron, y eso permite dos cosas importantes. En primer lugar, hacer de enlace entre el piloto, los mandos y también los agentes sobre el terreno. “Sale por las escaleras, os viene de cara, va con una camiseta blanca, lo tenéis encima. Ese, sí.” Y también, al mismo tiempo, como agente de autoridad, validar posibles hechos que el dron visualice y no grabe. El agente, que tiene visión directa de los hechos, si es necesario, puede instruir él mismo las diligencias si observa, aunque sea a distancia y con el dron, un hecho delictivo.

En tierra, la Policía Local de Mataró tiene desplegados agentes de paisano, policías a pie, agentes motorizados y también patrullas en coche. El espacio está dividido en tres zonas. La primera, la roja, es la zona del escenario y donde se acumula más público. En esta, la policía solo intervendrá si hay incidentes graves; el resto, lo gestionarán los vigilantes de seguridad. La segunda zona, la más alejada de los conciertos, es donde actúa la policía. Es la zona menos densa y donde algunas personas se esconden para consumir drogas. A la vez, también hay una tercera zona, fuera del parque, que es donde hay más contacto con la ciudadanía, donde la policía también trabaja para evitar que la fiesta genere aún más molestias a los vecinos que el propio ruido. El operativo se lleva a cabo coordinadamente con los Mossos d’Esquadra, que tienen, en el exterior del parque, equipos de orden público, del ARRO, por si es necesario intervenir.
El gas de la risa, una preocupación
Paseando, a pie o con el dron, por el Parc Central de Mataró, es fácil ver una imagen que, si no sabes qué es, podría pasar desapercibida: jóvenes que inhalan un globo. Nada más lejos de la realidad. Se trata de óxido nitroso —popularmente, ‘gas de la risa’— y, aunque no se considera una droga, sirve de facto como tal y se ha popularizado como droga recreativa entre los jóvenes europeos, llegando con fuerza a ciertos sectores del ocio. Es barato, fácil de obtener y socialmente percibido como seguro, pero su consumo puede provocar secuelas graves, aseguran los expertos. Aunque tiene usos médicos como anestésico y analgésico, su uso lúdico preocupa por los riesgos que conlleva, y, sobre todo, por la actitud que adoptan las personas que lo consumen, que escalan las actuaciones contra la policía.
La proliferación de este consumo preocupa —y mucho— a la policía. Como es barato, corre como la pólvora, y no solo entre grupos de jóvenes de barrios marginales. Algunas personas lo compran por internet —se usa para montar nata, en cocina, por ejemplo— y lo venden en globos, por dosis de unos cinco euros, que luego inhalan. Dura poco tiempo, pero los envalentona y los desinhibe. Tras uno, viene otro. En Mataró, en la zona de ocio, en un fin de semana pueden encontrarse, ya vacíos, un centenar de recipientes.
Además, como no se considera una droga, no se puede intervenir ni perseguir a quien lo vende por un delito contra la salud pública, aunque de facto lo sea. La guerra contra este producto, cuyas consecuencias para la salud se verán en el futuro, no es fácil, lamenta el inspector. Se han intensificado los dispositivos, como también se está haciendo en otros municipios con zonas de ocio, y se hacen intervenciones temporales según dónde se encuentren —pueden recogerlo al día siguiente en comisaría—, y también, si se detecta que se transporta en grandes cantidades en coches, por la ley del transporte de materias peligrosas, también se interviene. Pero la policía, por ahora, aunque ve que el óxido nitroso se está extendiendo, no puede hacer prácticamente nada. Durante la fiesta mayor se ha visto cada noche. No se esconden, saben que la policía no puede hacer nada.

¿Qué puede causar la ingesta de este tipo de gas?
Uno de los principales riesgos es la hipoxia, es decir, la falta de oxígeno en el cerebro. Cuando se inhala el óxido nitroso y se retiene demasiado tiempo en los pulmones, este gas desplaza el oxígeno, reduciendo su entrada al cerebro y provocando una asfixia que puede acabar siendo mortal. El riesgo aumenta especialmente si se consume en espacios cerrados o mal ventilados. Además, por la forma en que se inhala, el gas sale del bote a temperaturas muy bajas, a muchos grados bajo cero. Este contraste puede provocar quemaduras por frío en los labios, la nariz o incluso en las vías respiratorias si no se usa con precaución.

Como es un gas anestésico, altera el equilibrio y la coordinación. Bajo sus efectos, es habitual que las personas pierdan la estabilidad y sufran caídas o lesiones, e incluso se han registrado accidentes de tráfico relacionados con su consumo. Los efectos secundarios inmediatos pueden incluir náuseas, vómitos y un aumento de la mucosidad, así como inflamación de las vías respiratorias, lo que hace a la persona más vulnerable a infecciones. Pero el riesgo más grave llega con las dosis excesivas. El gas puede provocar una caída repentina de la presión arterial, que en casos extremos puede derivar en un infarto de miocardio o en una asfixia severa por falta de oxígeno.