El estudio de la caja negra del avión Cessna 511 que este domingo por la noche cayó e impactó en el mar Báltico después de haber salido de Jerez, en Cádiz, tendrá que ayudar a resolver las dudas que todavía sobrevuelan, nunca mejor dicho, esta desgracia aérea. El avión salió de España y tenía festín en Colonia, en Alemania, pero después de dar avisos de problemas técnicos, finalmente dejó de responder e inició un comportamiento errático, hasta que al cabo de dos horas cayó al mar, delante de la costa de Letonia. Según el plan de vuelo y la información recogida por medios alemanes, al avión viajaba el piloto, una pareja y su hija. Los cuatro han muerto en el accidente.
La investigación del accidente servirá para explicar qué pasó y podrá confirmar algunas de las teorías que las últimas horas han circulado sobre este accidente y el recorrido que hizo el avión-fantasma. Cuando el aparato dejó de dar respuesta a las peticiones del sistema de control aéreo se activaron los planes de emergencia y aviones militares lo escoltaron.
Según se pudo saber ayer, los aviones de seguimiento no vieron a nadie en la cabina, hecho que hace pensar que el piloto tuvo problemas, seguramente por un error de presión en el interior, y perdió el conocimiento, dejando el avión sin gobierno, con el piloto automático activado. En este momento, y según han explicado expertos en aeronáutica, cuando la avioneta llegó el último punto programado al piloto automático revirtió al modo HDG (Heading, mantener un rumbo concreto) y siguió con el último rumbo que tenía programado, en este caso, por suerte, hacia el mar del Norte.
La desgracia habría podido ser peor
La pregunta que todo el mundo se hace es: ¿y si el avión hubiera ido en dirección a zona poblada? Buena pregunta. Por suerte se dirigió hacia el mar y no hacia el interior de Europa. El seguimiento que hicieron expertos en aviación, por la capacidad del aparato, y su salida, al sur de España, hacía prever que se estaba quedando sin combustible, que es una de las teorías que hay sobre cómo es que acabó cayendo al mar después de hacer la ruta, en línea recta, por encima del Báltico.
Si el avión hubiera cogido otra ruta y hubiera seguido en dirección tierra, en Alemania, o en alguna otra de las costas que cruzó, teniendo en cuenta que estaba sin gobierno y no respondía a los avisos, la situación todavía habría sido más complicada. Los protocolos existentes habrían obligado a hacer caer el avión para evitar que hubiera impactado contra zona poblada y que el número de personas heridas o muertas creciera. Es más, una de las teorías, que no se han confirmado, es que el avión fue abatido para evitar que llegara a la costa de Letonia o Lituania, aunque los mismos expertos creen que no hizo falta, que la falta de combustible ya hizo caer el avión en el mar.
Karl Peter Griesemann y su familia
A bordo del avión que tenía que hacer la ruta entre Jerez y Colonia viajaba el conocido empresario alemán Karl Peter Griesemann (72 años), propietario de la empresa Quick Air. Viajaba también su mujer (Julianne, 68 años), su hija (Lisa, 27 años) y un piloto, que era la pareja de la hija. El empresario y su familia tenían desde los años 80 un chalet en Atlanterra, una zona de la costa de Cádiz lindando con Zahara de les Atunes y que forma parte del término municipal de Tarifa, salpicada de viviendas de lujo y donde abundan los vecinos alemanes, hasta el punto que su playa es conocida como "la de los alemanes".
La empresa de Karl Peter Griesemann, con sede en Colonia (Alemania), dispone de once aviones-ambulancia que se pueden considerar unidades de curas intensivas voladores, según recoge la información de la web de la empresa.