María es una mujer con movilidad reducida de 92 años que siempre ha vivido en Barcelona. A medida que ha ido pasando el tiempo, ha ido haciendo vida en diversos barrios y distritos de la ciudad: nació cerca de la Sagrada Familia, pero finalmente se instaló en el barrio de Gràcia, donde incluso tuvo hijos y donde vive su día a día. María no ha tenido nunca ningún problema en la ciudad condal hasta hace un par de años, cuando una mujer le dio un tirón y le robó una pulsera de oro que le había regalado su marido. Después la agresora marchó corriendo y subió a un coche que la estaba esperando, con el cual huyó. Este incidente, sin embargo, no frenó la vida de María, una mujer alegre e independiente que, a pesar de tener 92 años e ir con andador, es una persona muy activa.
El aumento de la inseguridad en Barcelona, sin embargo, ha hecho que las personas mayores, como María, vivan su día a día con una doble preocupación: por un lado, la vulnerabilidad física cuando se desplazan por lugares públicos; por otro, el miedo a ser víctimas de hurtos o agresiones, ya que son el objetivo principal de los ladrones, en la mayoría de los casos multirreincidentes, que aprovechan un descuido para robarles. Además, el hecho de atacarles para, por ejemplo, tirarles de una cadena de oro, hace que se convierta en un momento de riesgo, ya que una caída les puede provocar la rotura de algún hueso. Con este miedo se ve obligada a vivir ahora María, que en solo seis meses ha sido víctima de dos robos.
Le abren la tapa del andador
Hace seis meses, María caminaba por la calle Balmes, a la altura de Sant Gervasi, cuando de repente una mujer, de nacionalidad rumana, paró a María y le pidió indicaciones para ir a algún lugar. María ayudó a la joven y, en un momento de descuido, esta levantó la tapa del andador y le cogió el bolso de mano. María se dio cuenta minutos más tarde, cuando llegó al cajero automático, desde donde quería sacar dinero, y vio que todas sus pertenencias habían desaparecido. La mujer acudió a los Mossos d'Esquadra y presentó una denuncia, a la que ha tenido acceso ElCaso.com, y explicó a los Mossos que la sospechosa se había llevado toda su documentación, el dinero que llevaba en efectivo y el teléfono móvil. Además, la agresora acudió rápidamente al cajero y extrajo 2.000 euros en efectivo.
La Neus, la hija de María, ayudó a su madre a realizar todos los trámites que debía hacer una vez sufrió el robo: ir a la comisaría de los Mossos a presentar la denuncia, hacer las gestiones para que le devolvieran el dinero, solicitar la tarjeta bancaria y volver a hacerse documentos importantes como el DNI, la tarjeta sanitaria o la tarjeta de incapacitación. Trámites que, normalmente, siempre son pesados y pueden provocar más de un dolor de cabeza.
Segundo robo: a plena luz del día
A pesar del susto, María no detuvo su actividad y continuó saliendo de casa y haciendo su día a día, eso sí: tomando medidas de seguridad. Desde ese momento llevaba su bolso de mano siempre colgado. Este domingo, 16 de noviembre, seis meses después del primer robo, María salió de su domicilio a la hora de comer y fue a la rosticería más cercana a su casa, en el barrio de Sant Gervasi. La mujer hizo el pedido y, a la hora de ir a pagar, vio que el bolso de mano que llevaba encima había sido abierto, y que alguien, en un descuido, le había cogido su monedero de piel. Dentro llevaba diferentes tarjetas, como la del banco, la sanitaria y la de la discapacidad, y 100 euros.
El periplo comenzó de nuevo: Neus, la hija de María, acompañó a su madre a los Mossos d'Esquadra para denunciar, una vez más, que fue víctima de un robo. Según ha podido saber ElCaso.com, ahora la policía catalana ha abierto una investigación para identificar al autor, y todavía no ha podido practicar ninguna detención.
Este robo sí que ha supuesto un shock emocional para María, que ya no sale tranquila de casa, que se ve obligada a vivir con el miedo y la desconfianza. La mujer, al igual que muchos abuelos y abuelas de Barcelona, vive su día a día con una sensación de alerta constante y con la inquietud de que cualquier desconocido la pueda volver a engañar. Un sentimiento que ha mermado su tranquilidad y la libertad con la que siempre se ha movido por las calles de Barcelona.