Uno de los delitos más comunes actualmente son las estafas a través del móvil o el ordenador. Estos ciberdelitos, que cada vez afectan a más gente, en especial a personas mayores, a menudo pasan porque las víctimas no se aseguran, antes de dar sus datos personales, de que estén tratando con un profesional que realmente trabaje para el banco o la empresa con quien esté hablando, pero, a veces, podemos ser víctima de estafas incluso cuando hemos comprobado que estamos tratando con un trabajador legítimo. Eso es lo que pasó en Valladolid, donde un hombre ha acabado condenado a dos años de prisión por aprovecharse de su puesto de trabajo para robar a sus clientes.
Un hombre que trabajaba en una empresa de telemarketing aprovechaba el acceso privilegiado a la base de datos del negocio para ganar acceso a las cuentas de sus clientes y quitarles el dinero sin que se dieran cuenta. El condenado buscaba entre sus clientes perfiles de personas que cumplieran con dos requisitos: tenían que ser de edad avanzada y tener una cuenta creada en Banco Santander. Cuando encontraba a un candidato ideal, descargaba la aplicación del banco a un móvil y se identificaba con el DNI de la víctima, que, como todos sus datos personales, sacaba de la base de datos de la empresa. Cuando el programa del banco exigía la contraseña al ladrón, él pulsaba la opción de recuperarla porque la había olvidado, y el banco lo avisaba de que se había enviado un código de recuperación al teléfono de la persona perjudicada. El contacto de la víctima estaba censurado con asteriscos por una cuestión de privacidad, pero eran visibles los tres últimos dígitos, cosa que el hombre aprovechaba para comparar con los datos de la empresa y encontrar un teléfono que encajase con lo que le indicaba la app del banco.
Cuando ya había descubierto el número de la víctima, el ladrón creaba un duplicado de la tarjeta SIM, cosa que le permitía cambiar la titularidad de la cuenta y hacer que los mensajes le llegaran al móvil donde él había puesto la tarjeta falsa. Haciendo eso podía acceder al dinero de sus clientes sin que estos tuvieran la menor idea, y se aprovechaba de este método para hacer compras en línea o retirar dinero en cajeros, llegando a robar más de 20.000 euros. Al ver cómo bajaba el dinero de la cuenta, algunas de las víctimas fueron a quejarse a la policía, quiénes, con la ayuda de las cámaras de seguridad de los cajeros, pudieron identificar al ladrón.
El hombre aceptó ser culpable cuando los policías lo visitaron
En su domicilio, los agentes encontraron algunas de las prendas de ropa con las que salía a las grabaciones, y, después de indagar más a fondo, encontraron dos teléfonos que utilizaba para duplicar tarjetas SIM y una caja que indicaba que tenía un tercer dispositivo, probablemente para seguir con las estafas. Al analizar uno de los móviles, encontraron imágenes de la documentación personal de las víctimas y sus cuentas bancarias. Además, el hombre confesó ser culpable desde el primer momento. Por lo tanto, los agentes arrestaron al hombre por un delito continuado de descubrimiento y revelación de secretos, motivo por el cual se le condenó a dos años de prisión, una multa de 540 euros y una indemnización de 700 euros en tres de las víctimas.