Lo que empezó como un resfriado común acabó convirtiéndose en una tragedia para Lily McGarry, una atleta del Reino Unido de solo 23 años. La chica fue a dormir encontrándose mal, con fiebre y cansancio, y pensó que era una gripe común. En menos de 24 horas, sin embargo, su estado de salud empeoró de manera fulminante. Cuando pasó la noche, sus compañeros, que se levantaron para hacer su rutina diaria, vieron que a Lily le había salido una erupción en la piel, y acudieron a un hospital para que la visitara el médico de urgencias.
Los servicios médicos que atendieron a Lily le hicieron las pruebas pertinentes y descubrieron que, en vez de sufrir una gripe común, el atleta sufría una meningitis, una infección que, al ser descubierta tan tarde, había evolucionado hasta provocar una sepsis —una respuesta extrema del cuerpo hacia una infección, que puede provocar disfunción orgánica o incluso la muerte. A raíz de esta reacción del cuerpo, Lily sufrió dos paradas cardiorrespiratorias y estuvo ingresada, debatiéndose entre la vida y la muerte en la UCI.
La infección que provocó la sepsis dañó gravemente la circulación sanguínea y los médicos no tuvieron más remedio que amputarle las extremidades para salvarle la vida. Los cirujanos le tuvieron que cortar los dos brazos y las dos piernas.
Síntomas similares
Lily no supo que sufría una meningitis porque esta enfermedad empieza con unos síntomas parecidos a los de un resfriado o una gripe: fiebre, cansancio, dolor muscular y dolor de cabeza. Pero hay síntomas clave que tienen que encender las alarmas y, en caso de que se sufran, ir rápidamente a urgencias. Estos síntomas son la rigidez en el cuello, la sensibilidad a la luz, vómitos persistentes o, como en el caso de Lily, la aparición de una erupción repentina.