Hay lugares del país donde la policía solo puede entrar si dispone de suficiente fuerza para contener las hostilidades. Los mandos de mayor rango de los Mossos y los responsables políticos lo niegan, pero los agentes que cada día trabajan en estas zonas de Catalunya así lo explican. Uno de estos lugares, donde ni la policía ni aquellas personas que no vivan allí pueden entrar —tampoco hay demasiado que hacer— es la plaza de Camarón, en pleno barrio de La Mina, en Sant Adrià de Besòs. Las estrategias políticas municipales y de la Generalitat, convertidas en cantos de sirena, y las investigaciones y operaciones policiales que se han realizado en los últimos años, no han servido para recuperar el control de estos puntos de un barrio de La Mina que se ha convertido en una de las zonas de venta de droga más importantes del área metropolitana y de todo el país.
Cuando la policía tiene que entrar, y quiere hacer inspecciones en locales como las de este viernes por la noche, en dos bares de esta plaza, epicentro de la comunidad gitana de La Mina, necesita hacerlo con armas largas y un gran despliegue de fuerza. ElCaso.com ha podido seguir de primera mano la entrada de la Brimo de los Mossos en estos dos bares este viernes por la tarde, cuando pasaban pocos minutos de las siete de la tarde.
Bares relacionados con los últimos tiroteos
Este operativo, quirúrgico, enfocado en dos bares que en los últimos meses han sido el inicio de peleas que después han acabado en tiroteos entre clanes familiares enfrentados, y planificado por las informaciones de que disponen los Mossos, se ha saldado con dieciocho personas identificadas —las que había en el interior de los dos bares— que sumaban casi setenta antecedentes.
También se han podido intervenir dos grandes armas blancas, dos navajas, que portaban dos de los parroquianos de los establecimientos. El trasfondo de la mayoría de peleas que hay en el barrio de La Mina, que si bien utilizan armas de fuego -cada vez más- no se disparan para matar, es el cultivo y el tráfico de marihuana, un rentable negocio que ha permitido a los líderes de estos clanes de etnia gitana, reforzarse con la inyección de dinero y también rearmarse. Justamente ha sido este negocio el que también ha hecho cambiar los liderazgos criminales en el barrio.
Las inspecciones en los dos bares, con la colaboración de la Policía Local de Sant Adrià y la policía española, se enmarcan en el plan Kanpai, un refuerzo de los Mossos d'Esquadra para luchar contra la multirreincidencia en el área de Barcelona y en todo el país.

Este viernes se ha realizado el décimo operativo de este tipo, que arrancó el pasado 4 de abril, centrado en presionar a las personas que han convertido la delincuencia en su modus vivendi para hacerles la vida imposible. Sea con controles, cacheos e identificaciones, vigilancia de los patinetes que utilizan para robar e, incluso, persiguiendo los puntos de compra de los productos robados, donde acaban parte de las cadenas de oro que roban a las abuelas, con tirones, en la calle. El Kanpai de este viernes se ha realizado en Barcelona, en L'Hospitalet y también en la zona de Sant Adrià, Santa Coloma y Badalona.
En lo que se ha hecho en la región metropolitana Norte se han realizado las dos entradas en estos bares de la plaza de Camarón, y también se han realizado controles de paso en las entradas de La Mina. Se ha identificado a personas en diversos asentamientos de chabolas que hay en la zona, donde viven algunos de los drogodependientes que después cometen hurtos y robos en el interior de vehículos, la mayoría georgianos, para comprar droga en el barrio. La presión policial, que es una de las patas de este Kanpai que han puesto en marcha los Mossos, debe servir para avisar a los multirreincidentes de que Catalunya no es un lugar donde sean bienvenidos. Que el mensaje llegue —y la justicia ayude— ya son higos de otra cosecha.

Fuerza para entrar en la plaza Camarón
Los agentes de los Mossos d'Esquadra de la comisaría de Sant Adrià saben perfectamente que entrar en la plaza Camarón para cachear a alguien, inspeccionar un bar o detener a alguna persona puede ser muy complicado y hay que hacerlo con todas las precauciones. Así se ha diseñado la entrada policial a la plaza para inspeccionar los dos bares. Los mandos de la comisaría han contado con agentes de la Brigada Móvil (Brimo), que con armas largas han asegurado la zona.
La idiosincrasia de la comunidad gitana hace que este tipo de inspecciones se tengan que hacer con total seguridad y con la máxima rapidez posible. En menos de cinco minutos, desde que los vehículos policiales han tomado la zona y los agentes se han desplegado en los dos establecimientos, decenas de personas ya se han concentrado en el exterior. En menos de treinta minutos se han hecho las identificaciones, se han intervenido las dos armas blancas, y la policía local ha podido levantar actas por graves deficiencias de seguridad en el establecimiento

A continuación se ha replegado el operativo. A pesar de ser una intervención relámpago y realizada con todas las medidas de seguridad posibles, algunos vecinos ya se han enfrentado a los agentes y han gritado contra la policía. Disponer de la fuerza necesaria para poder hacer estas inspecciones en bares bajo la sospecha de los Mossos —donde se cree que hay armas, como se ha confirmado, y donde se esconden personas con órdenes de detención— permite a los Mossos, de vez en cuando, también marcar los límites a una contracomunidad que, aunque la mayoría de sus miembros lucha por superar el estigma, sigue anclada en una impunidad fortificada en los pisos, bares y calles de La Mina. Además, en el barrio reina la ley del silencio. Sobre el papel, es un lugar seguro. Con pocos incidentes. Nadie llama a la policía. Pero los agentes que patrullan allí, cada semana, oyen disparos.
