El 11 de febrero de 2003, justo hace veinte años, apareció el cura franciscano Josep Manel Berdala muerto a las afueras de Sitges (Barcelona). Parecía un accidente de tráfico en un lugar donde habitualmente se encuentran hombres para hacer cruising, encuentros de sexo homosexual al aire libre. Un accidente de coche fue la versión oficial hasta después del entierro de Berdala, muy conocido por ser el director de la escuela Sant Bonaventura de Vilanova i la Geltrú. Pero la autopsia reveló un detalle que había pasado por alto a la Guardia Civil que hicieron la primera parte de la investigación: el cura tenía un impacto de bala en el cuello.
No fue un accidente, fue un asesinato. Pero hace veinte años que nadie ha podido resolver el crimen y ahora el caso, aunque oficialmente no está cerrado, sigue en una carpeta que hace tiempo que no se abre, en el grupo de homicidios de la Guardia Civil de la Comandancia de Barcelona. Aunque al cabo de los años los Mossos d'Esquadra asumieron la investigación de los homicidios, la Policía Judicial de la Guardia Civil se quedó los casos que ya tenía abiertos, como este de Sitges.
Según ha podido confirmar ElCaso.com, la Guardia Civil mantiene el caso abierto si bien sin avances. Sin embargo, fuentes oficiales del Instituto Armado aseguran que las nuevas tecnologías de investigación que se han inventado durante estos veinte años pueden ayudar a resolver casos como el de Josep Manel Berdala. Hoy por hoy, sin embargo, nadie ha pagado por aquel crimen que conmocionó la comarca del Garraf.
Un tiro que le llegó al pulmón
Un jardinero encontró el vehículo de Berdala en un camino que habitualmente es frecuentado por parejas homosexuales para mantener relaciones sexuales al aire libre, lo que se conoce como cruising. El hombre estaba en el interior del vehículo, que había chocado contra un palo de la cerca del camino, hecho que hizo pensar, en primer momento, que se había tratado de un homicidio. O así lo hizo saber la Guardia Civil. Pero la autopsia confirmó que no, que alguien había disparado al cuello del franciscano con un arma corta y si bien no murió al acto, siguió hasta que impactó con el palo, donde fue encontrado por el jardinero, la mañana del 11 de febrero.
Quien mató a Josep Manuel Berdala utilizó una pistola Star de calibre 7,65 mm que pudo ser encontrada días después por la zona. Y, según el informe balístico de aquel momento, le dispararon desde el exterior. La bala acabó en el pulmón del franciscano.
Pistola pero sin móvil
A pesar de tener la pistola y haber indagado a fondo la vida del director de la escuela Sant Bonaventura, la Guardia Civil no pudo resolver el crimen, que sigue, hoy en día, sin resolver. Ninguno de los agentes que en aquel momento lideraron la investigación, según ha podido saber ElCaso.com, siguen en activo. Las indagaciones que se hicieron en aquel momento pusieron de relieve la doble vida del cura y descartaron que el móvil del crimen fuera el enfrentamiento que mantuvo con unos jóvenes que venían droga en el exterior del centro que él dirigía.
La Guardia Civil pudo llegar a saber que Berdala se hacía pasar por un empresario y asistía a fiestas y encuentros sexuales con otros hombres. Tenía un piso en Sitges, donde tenía encuentros con otros hombres, si bien mantenía su vida de director del centro de Vilanova i la Geltrú. Los investigadores de la Policía Judicial de la Guardia Civil creyeron, en aquel momento, que el lugar donde fue encontrado muerto no era casual. El entorno gay con quien había participado en fiestas fue analizado por los agentes. Los investigadores identificaron a algunas personas, pero el secreto de sumario evitó conocer los detalles de aquellas diligencias o de los avances que se hicieron en aquel momento. Y hasta hoy, veinte años después.