Nadie tiene ninguna duda que Albert Negre mató a su amigo y socio Ricard Guirao, Ricky. La reconstrucción de las últimas horas de los dos jóvenes, de 28 y 29 años, permite a los investigadores de la DIC de la región metropolitana Sud de los Mossos d'Esquadra tenerlo claro. Los indicios que la Policía Científica encontraron en el interior de la casa donde vivía Albert con su tía, en la calle de Montjuïc de Sant Joan Despí, y supuestamente el lugar de los hechos, tampoco dejan demasiado margen a la defensa.
Pero Albert Negre, quizás superado por la situación, también, supuestamente, cometió otros errores que permitieron a la policía poder detenerlo y entregarlo al juez acusado del homicidio. Sin embargo, él niega los hechos y ante el juzgado de guardia que lo recibió aseguró que no tenía nada que ver con la muerte de Ricky y afirmó que la sangre que se encontró en su casa era de unos desconocidos que lo habían asaltado. Él, dice, se defendió y le rompió la nariz en uno con un cenicero. El cenicero, y la ropa que llevaba en aquel momento, no han aparecido. El cadáver del Ricky, sí, a menos de 800 metros de su casa, medio quemado, en el interior del maletero de un Seat Ibiza.
El oxígeno juega una mala pasada a Albert
Como si se tratara de una película, Albert, presuntamente, intentó deshacerse del cadáver para intentar esconder el crimen. Su idea era quemar el coche del Ricky con el cadáver dentro para complicar la investigación de los Mossos, cuando encontraran el cadáver. De la inspección de la Policía Científica en el coche se puede saber que lo roció con gasolina y que colocó unos trapos para facilitar las llamas, pero falló con una cosa. Debió faltar a clases de física y química.
Cerró todas las puertas y ventanas del coche de Ricky y prendió fuego. Pero cuando en el interior del vehículo se consumió la totalidad del oxígeno, las llamas se ahogaron. Él creía, presuntamente, que prendiendo fuego al coche eliminaría pruebas o incluso haría más difícil poder relacionar el cadáver con el joven desaparecido, que en aquella hora, todos sus amigos ya buscaban. Cuando los agentes de la Unidad de Seguridad Ciudadana de la comisaría de Cornellà localizaron el vehículo y abrieron el maletero y encontraron el cuerpo, por los tatuajes que llevaba, ya lo pudieron identificar.
Quería pintar
Pero cometió más errores en este torpe plan para intentar esconder el crimen. Antes de las siete de la mañana salió de casa para ir al Leroy Merlin. En aquel momento no sabía que los Mossos ya habían encontrado el cadáver de su amigo y socio. Tampoco que él era el principal sospechoso para los agentes de la DIC. Ya lo vigilaban.
Cuando volvió a casa lo detuvieron. Había comprado pintura y tenía intención de pintar la zona de la casa donde, supuestamente, se había producido el crimen, para eliminar la sangre. Ya no estuvo a tiempo. Por la tarde cuando los agentes de la Policía Científica de los Mossos accedieron, encontraron restos de sangre. Las pruebas forenses confirmarán si eran de Ricky, como creen los investigadores y la Fiscalía, o de unos desconocidos que asaltaron la casa, tal como asegura Albert.
Testigo de la tía
Albert Negre, de la conocida familia Guinart del Baix Llobregat, vivía en esta casa de la calle de Montjuïc de Sant Joan Despí con su tía. Ella misma declaró delante de los Mossos d'Esquadra que su sobrino le había llamado alrededor de las dos y media de la tarde del lunes para explicarle que lo habían atacado y preguntando a qué hora volvería. Los investigadores de la DIC creen que hizo esta llamada para saber el tiempo que tenía para intentar hacer desaparecer el cadáver de Ricky.
La tía le dijo que guardara la ropa con la sangre del ataque, también el cenicero que utilizó para defenderse, y que irían a presentar la denuncia cuando ella llegara. Él se negó. Ya había tirado la ropa, le dijo. Tampoco quería avisar a la policía. Y el arma, el cenicero, no ha vuelto a aparecer. Cuándo fue detenido, la tía, ató cabos.
Ningún enemigo
Aunque él lo niega, nadie tiene dudas. Según han explicado fuentes próximas a la familia de Ricky, él trabajaba en Telemaki, y después de un concurso de acreedores de la empresa madre, se quedó la explotación del negocio en Sant Feliu de Llobregat; trabajaba cada día, se había comprado una casa con su pareja, Alba, y no tenía enemigos. Nunca problemas con drogas y nunca ningún problema con ningún trabajador, aseguran. Sin enemigos, sin nadie que le quisiera hacer daño, y con los indicios recogidos por los Mossos, a la espera de que ahora se conviertan en pruebas, la acusación particular, que ha asumido la abogada Ana Maria Folch, no tiene ninguna duda que el principal sospechoso, Albert, es el autor de este macabro e inexplicable crimen.