Un restaurante en Sant Feliu de Llobregat, una pelea en una casa de Sant Joan Despí y el hallazgo de un cadáver en un pasaje de Cornellà. Tres escenarios. Dos protagonistas. Un crimen en el Baix Llobregat. ElCaso.cat ha podido reconstruir las últimas horas en vida de Ricard Guirao, Ricky, (28 años) y el encuentro mortal con Albert Negre (29 años), su supuesto verdugo, y también los errores que llevaron a los Mossos hasta él y ahora lo han enviado a la prisión acusado de homicidio. Pero antes de la llamada que lo cambió todo, un negocio a medias que nunca se llegó a hacer realidad, la obsesión de Albert con reflotar un negocio familiar y todas las mentiras que descubrió Ricky, parecen el detonante de esta agresión mortal.
Una buena idea, cargada de mentiras
La idea de Albert era buena. Su familia lleva un bar, La Terrassa, en Sant Feliu de Llobregat, que sirven copas y, con la inversión de Ricky Guirao, que ya tenía el Telemaki de Sant Feliu -se había quedado la explotación y los trabajadores después de un concurso de acreedores- querían remodelar el negocio y convertirlo en un restaurante de sushi y un bar de copas selectas. Llegaron a constituir, los dos, con una aportación de 3.000 euros -que hizo toda Ricky- una sociedad e iniciaron los proyectos. El edificio donde está La Terrassa no es de la familia de Albert, como primero le hizo creer a Ricky.
Y no solo eso. Debían varias mensualidades a la propiedad. Él asumió los casi 20.000 euros de deuda para sanear, cuando menos por lo que hacía el alquiler, el negocio, a la espera de poder hacer un proyecto de reforma del local. Pero los problemas se encadenaban. El local no tenía las licencias al día. Y las obras que se tenían que hacer se subían a miles de euros. Algunas eran casi imposibles, si se quería cumplir con la normativa. La relación entre Ricky y Albert se fue enfriando, si bien, y así lo explican fuentes próximas a la familia del joven asesinado, que nunca se detectó ningún enfrentamiento violento o discusión subida de tono.
El mismo Ricky, cuándo vio que el negocio era imposible y que La Terrassa no saldría de la quiebra, inició el proceso para liquidar a la sociedad que montó con Albert. Se la podía quedar, él le cedía el 100%, aunque había sido Ricky a quien había hecho la aportación del capital inicial, o la podían disolver. La abogada de Ricky ya lo había negociado con Albert y solo hacía falta encontrar día y hora para ir a la notaría y ligarlo. Pero no pudo llegar esta cita.
Impulso obsesivo que acaba con un torpe crimen
La muerte de su padre y ver que su sueño, poner en marcha La Terrassa, como un restaurante de sushi y un bar de copas, se deshacía, lo llevaron a una situación extrema que se acabó, este lunes al mediodía, con la agresión mortal. Hacerlo en la casa donde vivía, escondiendo el cadáver a 800 metros del escenario del crimen y todos los errores que cometió, que hicieron muy fácil su detención y que dejan poco margen a su defensa, aunque él lo niegue todo, hace pensar a los investigadores de la DIC de los Mossos que cometió el crimen sin planificación, empujado por una obsesión contra Ricky y, quizás, incluso, por un trastorno.
Los indicios recogidos por los Mossos, si se convierten en pruebas durante la instrucción, y también las declaraciones de él, si acaba aceptando los hechos, tendrán que servir para aclarar los hechos.