Isidre y Dolors Orrit Pires tenían cinco y 17 años cuando se esfumaron de una habitación del hospital de Manresa, el Sant Joan de Déu, el 5 de septiembre de 1988. Los presuntos delitos prescribieron en 2016 y el caso no se ha reabierto tras la aparición de los últimos testigos. Pero no se sabe nada de ellos y faltan muchos cabos por atar. Esto es todo lo que se sabe.
Isidre y Dolors Orrit Pires, desaparecidos hace 33 años
Todo empezó el 2 de septiembre de 1988. Isidre Pires Orrit, de cinco años, acudió a urgencias del hospital de Manresa por unas llagas que le habían salido en la boca. Se trataba de una reacción a la penicilina que le había provocado lo que se conoce como estomatitis aftosa. Entonces se decidió que el niño se quedase ingresado.
La familia era muy humilde y la madre, María Orrit, había enviudado dos meses antes, a los 47 años, quedando a cargo de sus quince hijos. Se dedicaba a limpiar casas, por lo que la tercera noche le tocó hacerse cargo de cuidar a Isidre a una de sus hermanas, Dolors, que en ese momento tenía 17 años.
El hospital Sant Joan de Déu de Manresa se los tragó
La última persona que los vio fue la enfermera que había hecho la ronda durante la noche anterior a la desaparición, sobre las once. Cuando volvió para su ronda matinal sobre las siete de la mañana, Isidre y Dolors se habían esfumado.
A las ocho y media, los Mossos d'Esquadra llamaron a la puerta de la madre para preguntar por sus hijos, "los del hospital". Según relata la hermana de los desaparecidos, Mari Carmen Orrit Pires, la mujer les dijo a los agentes: "Pues en el hospital, dónde van a estar".
Caso archivado por prescripción de delitos en 2016
Pero no estaban en ningún sitio. Mari Carmen continúa, en declaraciones al medio La Razón: "Busqué a alguien que me bajara al pueblo y fui a buscarla para irnos corriendo al hospital".
Allí no las recibió nadie. "Salió al rato una enfermera con el recado del médico: que se iba de vacaciones a Turquía y que no iba a perder el tiempo por la 'trastada' de unos niños". La realidad es que los niños habían desaparecido y nadie había visto ni oído nada extraño.
O eso parecía, porque hay muchos cabos sueltos. Sin embargo, el 11 de julio de 1989, un año después, se decretó el sobreseimiento provisional del caso. "De todo lo actuado se desprende que los hechos investigados son constitutivos de infracción penal, si bien no existen motivos lógicos suficientes para atribuir su perpetración a persona alguna determinada", se lee en el auto judicial, recogido por el medio El Mundo.
Tráfico de órganos o niños robados: hipótesis abiertas
Y en 2016 se dictaminó la prescripción del delito, basándose en el antiguo Código Penal del 73, que determinaba que habría existido un delito de rapto en el caso de Isidre y otro de inducción al abandono de hogar, cuya víctima sería Dolors.
Aunque desde el principio se vieron indicios de criminalidad en la desaparición de los niños, el caso quedó cerrado y nadie buscó más a esos niños, a pesar de que durante la instrucción se tomaron algunas declaraciones que fueron realmente extrañas, relata a La Razón.
Y es que se llegó a barajar la probabilidad de que hubiesen sido raptados para vender sus órganos o de que alguien los hubiese querido separar de su familia para darlos en adopción a otras personas. Eso es lo que cree Mari Carmen, la hermana mayor.
Alguien los secuestró dentro del hospital
En declaraciones a El Mundo, dice: "¿Que qué creo que les pasó? Creo que alguien de hospital se los llevó porque quería adoptar al niño sabiendo que mi madre acababa de quedar viuda y que tenía muchos hijos... ¿Por qué pienso eso? No entiendo que a un niño lo ingresaran por unas llagas en la boca. Para darle comida triturada y ponerle yodo con bastoncitos en la boca, podíamos hacerlo en casa. Luego, cuando lo ingresan lo ponen con un niño que tenía el bracito roto, y al tercer día, justo el de la desaparición, lo cambian a una habitación individual. ¿Por qué? Y esa noche, las enfermeras, como hemos hecho todos en nuestros trabajos alguna vez, llevaron pastitas porque era el cumpleaños o el santo de una y se fueron a la sala de espera a hacer un pica pica. Creo que alguien lo sabía y aprovechó el momento, por eso pienso que fue alguien de dentro".
Nuevo e inquietante testimonio
Iciar Iriondo, la abogada de la familia y criminóloga, había intentado reabrir el caso alegando la aparición de un testigo, pero el juzgado de Manresa les ha comunicado hace escasas semanas el rechazo de la petición señalando que el asunto se consideró prescrito en 2016.
Este presunto testigo nuevo salió a la luz en enero pasado. El programa Viva la vida de Telecinco le dedicó un espacio al caso y el hombre llamó a la redacción. El hombre, de 46 años, tenía 13 cuando estuvo en el hospital, cuidando de un hermano enfermo. Había salido de la habitación cuando oyó gritos y se acercó a la habitación de la que se esfumaron los hermanos Orrit. Allí, según relató, vio cómo una persona vestida de médico se llevaba a Dolors e Isidre en una silla de ruedas.
Les inyectan algo y se los llevan
Los siguió hasta el sótano, donde esperaba otro hombre vestido de sanitario. A los hermanos les inyectaron algo -según cuenta Mari Carmen- y los taparon con sábanas blancas. Había otros cuerpos cubiertos con sábanas verdes. El chico se asustó y salió corriendo del hospital.
Este inquietante testimonio no sirvió para reabrir el caso, que sigue sin resolverse. Otros datos que apuntan a hechos más turbios son las pesquisas que se hicieron sobre los empleados del hospital, a quien tomaron declaración.
Iriondo, sin embargo, resalta en el medio La Razón que el director del hospital era miembro de la orden religiosa San Juan de Dios y en 1984 había sido condenado por la Audiencia Provincial de Barcelona a seis meses de prisión por inducción al aborto de una menor de 17 años con quien había mantenido relaciones sexuales.
El director del hospital condenado por abuso sexual
Todos estos datos son sabidos por la familia y poco más, ya que los cuerpos policiales y judiciales ya no están implicados. Y la familia ya solo trata de hacer justicia, tal y como dice Mari Carmen, ahora con 52 años, que solo pide que su madre no muera sin saber que pasó con los niños. A La Razón concluye que todo es "muy frustrante" porque "aunque prescriban los delitos, tenemos derecho a seguir buscando y saber qué pasó con mis hermanos. No voy a parar hasta averiguarlo".