Los estafadores siempre buscan un resquicio de buena fe para desplumar a cualquiera, incluso en su puesto de trabajo. Este tipo de fraude es conocido como del buen empleadodado que los delincuentes se aprovechan de las personas durante su horario laboral con datos totalmente creíbles para que les hagan transferencias de miles de euros asegurando que son en beneficio de la empresa o para evitar una sanción. La estafa, generalmente, se desarrolla a través de una llamada telefónica en la que los estafadores se hacen pasar por el jefe de la víctima, o por alguien muy cercano a ella, con mecanismos sofisticados para no levantar sospechas. 

Un paquete, una llamada y bitcoins en un estanco

"Va a llegar un paquete de una empresa de mensajería para tu jefa, pero hay una parte que no está pagada y la sancionarán si no se paga a tiempo", explica Joan a ElCaso.com, uno de los estafados en un establecimiento de restauración de Barcelona. Estas fueron las primeras palabras que escuchó, junto al nombre de su superior y el suyo. Primero le pidieron que pagara una parte de la caja del día y más tarde de su propia cuenta bancaria. Colgó y volvieron a llamar. Cuando intentó hablar con algún compañero para corroborar la información sonó su móvil. No sabía cómo habían conseguido su número personal y empezaron a darle datos que solo las personas más cercanas a él conocían, como que vive muy cerca de la cafetería.

Información que suponía un grado de conocimiento sobre su persona que solo podría haber venido de la empresa, más aún si le llamaban a su móvil. La credibilidad estaba probada para los estafadores y para que no sancionaran a su jefa, que se encontraba de baja en esos momentos, a principios de enero, fue a pagar. Le enviaron un código QR y unas claves por WhatsApp y tuvo que dirigirse a un estanco cercano para realizar los pagos con tarjeta que, como supo poco después, eran reconvertidos en bitcoins y, por lo tanto, se le perdía la pista al dinero abonado. 

Más de 2.000 euros y casi despedido por una estafa

La buena fe de Joan le valió perder 600 euros de la caja y unos 1.500 más de sus ahorros privados. En estos casos, se suele a despedir a los estafados por desconfianza de que ellos mismos se hayan inventado el fraude para robar a la empresa, pero como pudo probar por los recibos y las cámaras del establecimiento, además de la intervención de su jefa directa con los gestores del negocio, esta víctima logró llegar a un acuerdo para mantener su empleo a cambio de devolver el dinero de la caja que se llevaron los delincuentes mediante el engaño y las artimañas para crear una falsa realidad.

Uno de los múltiples pagos realizados en el estanco durante la estafa del 'buen empleado' en Barcelona / Cedida

"Todo es muy real, sabían dónde vivía, que tenía pareja, cómo me llamaba yo y mis compañeros y no sé cómo consiguieron mi móvil. Parecía que llamaban de la empresa de mensajería por un tema de mi compañía", asevera el trabajador defraudado en Barcelona a este medio. Tras los pagos, algunos audios de WhatsApp pidiendo más dinero y cuando los estafadores hicieron una pequeña pausa sin llamarle a ningún dispositivo, logró contactar con su jefa y le dijo: "Ya está la multa". En ese preciso instante todo se oscureció y se descubrió la estafa, pero ya no se podía hacer nada.

Las siguientes semanas fueron bastante duras, mientras la empresa decidía cómo proceder. Tenía a su favor el apoyo de su superior directa, pero la rabia por haber caído en los engaños de un hombre "con acento peruano", asegura, era todavía mayor. Esa misma noche, al acabar su turno, fue a los Mossos d'Esquadra a denunciar. Le pidieron un justificante de su jefa por incluir dinero sustraído de la compañía. Volvió al día siguiente con el documento y formalizó la demanda por este vishing que en otros establecimientos de la capital catalana ha llegado a hacerse con más de 15.000 euros de los trabajadores o del propio negocio.

Recomendaciones para esta estafa cada vez más frecuente en Barcelona

En esta modalidad de vishing, la policía recomienda siempre desconfiar de cualquier llamada que se reciba, sea por teléfono o por mensaje de voz en cualquier aplicación de mensajería instantánea. Por muy real que parezca la información aportada, en la que se incluyen incluso datos personales, nunca se ha de realizar ningún pago antes de confirmar realmente que no se trata de una trampa, comprobando primero con los responsables o dueños del negocio, por mucho acoso telefónico al que se le someta. Pese a ello, en muchos casos resulta complicado y la urgencia con la que exigen los pagos puede hacer dudar a la víctima, especialmente si cree que puede repercutir negativamente en algún compañero de trabajo.