Lo hacía algunas veces. Después de dejar a su hijo en la escuela Hamelin-Laie, se sentaba en un bar al otro lado de la calle, en la Ronda del 8 de març, en Montgat, en el Maresme (Barcelona), y desayunaba. Un error, si alguien ha puesto precio a tu cabeza. Alguien con acceso a las armas y sin ningún respeto por el Código Penal, además. Repetir patrones puso todavía más fácil el encargo a la persona que el viernes, cuando pasaban pocos minutos de las nueve de la mañana, se acercó a la mesa donde David Caballero estaba acabándose el café para, desde la espalda, abrir fuego con un arma corta, con un silenciador incorporado, y le voló la cabeza con un tiro en la nuca. Fue necesario un solo disparo. Fue mortal por necesidad. Una herida incompatible con la vida. Quedó sentado en la terraza del bar donde lo habían ejecutado, con una de sus chaquetas preferidas, bañada de sangre, y ante la atónita mirada de los testigos que presenciaron el ataque. La llamada rápida al 112 y la activación de ambulancias del Sistema d'Emergències Mèdiques (SEM) no sirvieron de nada. En aquel momento todavía nadie sabía que quien había sido asesinado era un conocido estibador del Port de Barcelona, histórico, aunque oficialmente ya no trabajaba allí. La vida le había ido francamente bien hasta aquel viernes, si tenemos que juzgar, en la vertiente materialista, por sus propiedades: una mansión en Alella, una mansión en Dubai, coches de lujo, vida de alto nivel y negocios que, extrañamente, siempre funcionaban. Incluso había adquirido un club deportivo en su Barceloneta, un equipo de fútbol sala que era la envidia de técnicos y jugadores de toda la ciudad por las condiciones de salarios y desplazamientos, a pesar de ser un equipo de segunda fila.
David Caballero, o Bubito, como se le conocía en el entorno del Port y también de la Barceloneta, había sido acusado de muchas cosas, algunas serias, como de estar relacionado con el negocio a gran escala de cocaína desde el Port de Barcelona, una de las principales entradas de esta droga en Europa. Pero nunca ningún investigador lo pudo sentar ante un juez. Ahora ya será imposible que los policías que lo querían en prisión y que hacía años que le seguían la pista puedan demostrar si, realmente, estaba relacionado con este ilícito pero rentable negocio. Nadie que lo conociera o lo hubiera tratado en el puerto, en el equipo de fútbol sala -era su pasión, de joven había militado en equipos de primera y recientemente vivía los partidos con un exceso de entusiasmo, incluso violento- o en la Barceloneta, que controlaba con mano de hierro, se atreve a negar las acusaciones que la policía tenía contra él. Pero fue más listo que los investigadores. Hacía casi diez años que estaba retirado del Port de Barcelona, pero todavía entraba y salía cuando convenía. Era una de las figuras más respetadas y con ascendente sobre los estibadores del puerto. Y en estos negocios el respeto se traduce en miedo. Pocas cosas de las que pasaban en la Barceloneta o en la zona de contenedores del puerto, por donde llegan las mercancías del otro lado del Atlántico, se le escapaban a él o a sus lugartenientes. Revueltas internas o indisciplinamientos eran sofocados, si hacía falta, con violencia. Hasta aquel viernes a las nueve de la mañana, cuando todo cambió.
El primer aviso del incidente, recibo desde el 112, ya puso en alerta a los Mossos d'Esquadra. Por zona, corresponde a la División de Investigación Criminal de la región metropolitana norte, con sede en Granollers, investigar los hechos. Un tiroteo en medio de la calle, con una ejecución como esta, más propia de una serie de narcos de Netflix que de la Catalunya y del Maresme que querríamos recordar, levanta sospechas desde el minuto 1. De camino al lugar de los hechos, los investigadores ya vieron claro que no estaban ante un homicidio relacionado con un robo o un crimen doméstico. Por cómo escapó el autor del disparo y por la descripción que dieron los testigos a las primeras patrullas de los Mossos, los investigadores ya tenían claro que tras aquel crimen había drogas. Hacía falta determinar cuáles.
En Catalunya, los últimos meses, aunque mediáticamente se ha centrado en las agresiones con armas blancas, el incremento de armas de fuego, algunas de guerra, también tienen en alerta a la policía catalana. Los incidentes relacionados con enfrentamientos entre bandas criminales, sea por la marihuana o la cocaína, se han hecho cada vez más frecuentes en nuestro país. Un informe interno de la policía catalana pone de relieve que se ha disparado el número de armas de fuego letales que se están confiscando. Y llama la atención que entre estas, muchas son de guerra, armas automáticas preparadas para hacer mucho daño. La ejecución de Montgat no es la primera que se vive en Catalunya en los últimos años y siempre con un trasfondo criminal relacionado con la droga. Valentín Moreno, un hombre vinculado a los bajos fondos de la capital de Catalunya, fue ejecutado en el 2021 también de un tiro en la cabeza en Sant Adrià de Besòs. En Cerdanyola del Vallès, también en el año 2021, ejecutaron a Óscar Pérez, un hombre que debía dinero a un grupo de criminales relacionados con el narcotráfico. A primera hora de la mañana, un sicario lo siguió, y después de dejar a su hijo en el colegio, le voló la cabeza.
La identidad de la víctima confirma las sospechas
Al abrir la cartera del hombre encontrado muerto en Montgat se confirmaron las sospechas de los investigadores de la DIC de los Mossos. David Caballero, conocido de la policía, la víctima, tenía relación con grupos criminales extranjeros y todo apunta, hoy por hoy, a que la ejecución con un tiro en la nuca está relacionada con un negocio fallido de cocaína a gran escala. El encargo ahora de los Mossos es aclarar quién disparó, y sobre todo, quién ordenó hacerlo. Pocos narcotraficantes, de los que tienen capacidad para causar este tipo de bajas, se ensucian las manos. Sacarse de encima a alguien, sea por el motivo que sea, en este mundo criminal donde se mueven grandes cantidades de dinero, no es caro para el objetivo que se quiere conseguir. No fue matado en una pelea subida de tono, ni torturado. Lo siguieron, lo localizaron, alguien dio luz verde y le dispararon un tiro en la cabeza. Viajes exprés desde países extranjeros para cumplir el encargo y volver a marcharse antes de que la policía te pueda relacionar con los hechos es uno de los modus operandi que los investigadores de la policía catalana tienen sobre la mesa.
Después de disparar contra David Caballero, su verdugo subió en una moto tipo scooter, de color negro, e inició la huida en dirección a Barcelona por la autopista, tal como adelantó ElCaso.com. Aunque se fue ágil territorialmente desde Granollers al activar la operación Gàbia, con nivel 2, haciendo cierres en puntos de salida de la región de Metro Norte en dirección a la capital del país, no se pudo interceptar la motocicleta, los dos sospechosos y tampoco el arma que se había utilizado para disparar contra Caballero.
Hoy por hoy, la investigación se lleva con bastante hermetismo para poder aclarar quién puede haber tras del crimen. Todas las carpetas abiertas apuntan hacia el mismo sitio: hacia el negocio a gran escala de la cocaína y el Port de Barcelona, donde Caballero, a pesar de no trabajar de manera oficial, todavía era el líder. Los Mossos del grupo de Homicidis de la DIC de Granollers han compartido toda la información sobre el hecho con sus colegas que se encargan de las investigaciones más especializadas contra el crimen organizado internacional y también con la Unidad Central de Estupefacientes, encargada del negocio de la droga.
El avispero criminal de Barcelona, revuelto
Cualquier pista puede ser clave, hoy por hoy, cuando todavía el avispero está revuelto, para saber quién quería muerto a Caballero. Confidentes, gente que lo ve todo, alguien con miedo o los lugartenientes que quieren hacerse con el negocio son objetivos ahora de la policía para poder dibujar el escenario que llevó a matar a David Caballero. El entorno del hombre fallecido ha explicado que estaba amenazado, pero no llevaba protección. La ejecución de Valentín Moreno, un hombre con una vida paralela a la de la víctima de Montgat, se pudo acabar resolviendo. Se hicieron varios detenidos, algunos de ellos en Colombia.
Los Mossos confían en poder conseguir recuperar toda la información de la vida de Caballero para resolver este nuevo capítulo de sicariato típico de los países de Sudamérica en los que, desgraciadamente, se empieza a convertir en habitual nuestra casa. Las ejecuciones en medio de la calle o las desapariciones de personas que molestan, deben dinero o se han querido montar el negocio por su cuenta ya no son hechos extraordinarios en Catalunya. La proliferación de grupos criminales extranjeros relacionados con el narcotráfico, arraigados ya en nuestro país, ha dejado muertos en plantaciones de marihuana o, recientemente, un hombre del Este asesinado, supuestamente, por un grupo mexicano que se dedicaba también en el Maresme a la producción de drogas sintéticas. Es el nuevo paisaje con el cual tienen que convivir Catalunya y los Mossos d'Esquadra.