Este lunes el programa de éxito de true crime de TV3, Crims, emitirá el segundo y último capítulo del caso del asesinato de la psicóloga barcelonesa Anna Permanyer. La primera entrega de este crimen explicó la desaparición de la mujer el año 2004, coincidiendo con el Foro de las Culturas de Barcelona, y la aparición, en Sitges, del cadáver —con bolsas en la cabeza y golpes por todo el cuerpo.

Si bien todo estaba abierto, hay uno de los personajes de esta historia al que todo el mundo enfocaba. Y no iban equivocados. La inquilina Carmen Badía, la mujer con quien Permanyer había quedado el día que desapareció.

Un contrato de arras firmado a la fuerza

Después del hallazgo del cadáver de la psicóloga de Barcelona, la mujer con quien presuntamente había quedado Permanyer, Carmen Badía, se presentó en la comisaría de la Policía Nacional para explicar que ella había firmado un contrato de compraventa con la mujer. A cuenta del piso, que se había acordado al precio de 600.000 euros, Badía entregó unas arras de 420.000 euros —muy por encima del 15% que habitualmente se paga en este tipo de transacciones.

La firma habitual y la firma bajo presión de Anna Permanyer / ElCaso.cat

La mujer ya estaba bajo el foco de la policía, pero esta información que facilitó todavía centró más la investigación sobre ella.

El contrato estaba firmado por Anna Permanyer, o eso decía Badía. Las pruebas forenses así lo confirmaron, la firma que constaba en el documento de arras era de ella, de la psicóloga asesinada. Pero había una singularidad que volvió a encender todas las alarmas.

Carmen Badía, la mujer acusada del crimen de Anna Permanyer / ElCaso.cat

La firma de Permanyer era habitualmente mucho más clara que la que constaba en este contrato. El apellido de la mujer se podía leer sin problema. En cambio, en la que se hizo en este acuerdo de compraventa el apellido no se podía leer correctamente.

Según los peritos forenses, la firma se hizo bajo presión. A la fuerza, Permanyer firmó unas arras que nunca llegó a cobrar. Como es habitual, en el acuerdo constaba que si finalmente la parte vendedora se echaba para atrás del acuerdo, tenía que pagar el doble de las arras a la parte compradora.

Con la prueba de la firma a la fuerza, la policía tuvo claro que el móvil del crimen de Anna Permanyer era económico.

Incendio en un piso del mismo bloque

Anna Permanyer entró, el 27 de septiembre de 2004, en el edificio Atalaya de la Diagonal, donde había quedado con Carmen Badía. Ya nadie nunca más la vio con vida.

El 15 de octubre del mismo año el edificio volvió a ser noticia. Un incendio provocado calcinó completamente un piso de la planta 11. Era el mismo donde había residido Badía hasta que se había trasladado al piso de la planta 18, donde vivía ahora. Según la policía, Badía y un cómplice habían quemado el piso para evitar dejar pruebas que los pudieran inculpar.

El cómplice de Badía: Joan Sesplugues

Joan Sesplugues era la pieza que faltaba. Se trata de un hombre que el momento del crimen tenía 77 años y que fue quien, según la sentencia, ayudó a dar muerte a Permanyer en el piso de la planta 11. El que después quemaron para eliminar cualquier prueba.

Toyas, Sesplugues y Badía, en el banquillo de los acusados del crimen de Anna Permanyer / ElCaso.cat

Pero la prueba estaba en el cadáver de la psicóloga. Un pelo encontrado pegado al cuerpo permitió relacionar a este hombre de Lleida que se dedicaba a las subastas inmobiliarias con el crimen. Participó, junto con Badía, en la tortura y asesinato de la mujer en el piso de la Diagonal.

Los dos, condenados

No fue fácil, pero finalmente la Policía Nacional detuvo a Badía y también a Sesplugues por la relación con el crimen, que tuvo un móvil únicamente económico. Los dos se querían quedar el piso y un aparcamiento propiedad de Permanyer en este bloque del centro de Barcelona.

Carmen Badía fue seguida durante meses por agentes de paisano esperando que cometiera algún error, pero no daba su brazo a torcer. Después de meses del crimen pudieron ser detenidos y, finalmente, el año 2008, condenados a 24 años de prisión por el asesinato y la extorsión de Anna Permanyer. Badía, años después, fue condenada de nuevo por el incendio de la planta 11 del edificio de Barcelona. Anabel Toyas, también detenida por el crimen, quedó absuelta.

El año 2012 Joan Sesplugues murió en la prisión de Lleida. Badía sigue, a pesar de que muy enferma, en la prisión de Zuera, en Aragón, de donde es natural.