Los ocupas han encontrado un nuevo objetivo que ya no son solo casas o chalets. Ahora también ocupan plazas de aparcamiento. Y los propietarios legítimos no lo tienen fácil para recuperarlas y poder aparcar si, de un día para otro, aparece un vehículo desconocido en su plaza en un aparcamiento subterráneo privado. Cada vez más, en grandes ciudades como Barcelona, se detectan estas ocupaciones, que los propietarios, inicialmente, pueden atribuir a un error o un despiste de algún vecino, pero que finalmente se convierten en un problema. En ciudades grandes, donde casi es un lujo poder aparcar, con aparcamientos públicos muy caros y privados con precios prohibitivos, algunas personas han optado por ocupar plazas de aparcamiento vacías en aparcamientos de bloques de pisos.

Las plazas privadas son tan valiosas que han llamado la atención de quienes buscan espacios donde instalarse sin pagar. El modus operandi es sencillo: un coche aparece de repente en una plaza privada, nadie sabe de quién es, y al cabo de unos días nadie lo mueve. Cuando el propietario intenta aclarar la situación, se encuentra con un muro legal difícil de superar. Los administradores de fincas, el Ayuntamiento o los Mossos d'Esquadra —o la Guàrdia Urbana, en el caso de Barcelona— pueden hacer poca cosa, y hay que iniciar un procedimiento legal para conseguir que un juez autorice su retirada, si el vehículo ha sido abandonado allí.

Un problema para el propietario de la plaza de aparcamiento

Si bien algunas comunidades de propietarios han pactado con grúas privadas la retirada de los vehículos ocupas, las grúas municipales no tienen competencia en el interior de los aparcamientos privados. Además, la retirada tiene un coste elevado y puede generar problemas, teniendo en cuenta que el vehículo estacionado de forma irregular en un aparcamiento privado, si se mueve, debe dejarse en otro lugar, ya que no puede entrar en ningún depósito público. La vía más efectiva es negociar con el propietario del vehículo para que lo retire, si se sabe quién es. Pero si esto no es posible, hay que presentar una denuncia y esperar que los tempos judiciales —que nunca son rápidos— avancen y se autorice la retirada, incluso con los costes de la grúa a cargo del propietario del vehículo. Algunos expertos aseguran que el camino rápido —bloquear el coche o retirarlo de forma unilateral— podría comportar problemas a los legítimos propietarios del aparcamiento. La mejor opción es documentarlo todo con imágenes y documentación, y presentar denuncia a los Mossos d'Esquadra por un supuesto delito de usurpación, si se confirma que no se trata de un despiste o un malentendido con la plaza.

Sea como sea, esta nueva forma de ocupación deja a los propietarios atrapados en un laberinto legal, mientras ven cómo pierden el control de un espacio que es suyo, pero que no pueden utilizar —y que cuesta mucho dinero—. También se recomienda mejorar los mecanismos de seguridad para evitar que vehículos ajenos accedan al aparcamiento, así como hacer revisiones periódicas de las plazas que habitualmente están vacías, para detectar lo antes posible los coches intrusos.