La francesa Gisèle Pélicot ha vivido en los últimos años un auténtico calvario. Durante casi una década, su marido la estuvo drogando para que otros hombres la violaran mientras ella estaba inconsciente. La mujer no tenía conocimiento, hasta que en septiembre de 2020 los vigilantes de seguridad de un supermercado detuvieron al hombre por grabar debajo de las faldas a varias mujeres. Cuando la policía inspeccionó su ordenador, descubrió decenas de imágenes de su mujer dormida mientras otros hombres abusaban de ella sexualmente. Fue entonces cuando todo salió a la luz y la propia víctima, que no recordaba nada de ello, descubrió la realidad sobre quién era el hombre con el que llevaba cincuenta años casada y con quien tenía tres hijos de entre 34 y 47 años.

Casi un centenar de violaciones

Los investigadores pudieron descubrir que se habrían producido unas 92 violaciones entre los años 2011 y 2020 y pudieron identificar a cincuenta hombres de entre 26 y 74 años, aunque se estima que hay una treintena más que no han podido ser identificados. Pocos de ellos han reconocido los hechos y aseguran que pensaban que la mujer estaba dormida y tenía conocimiento de ello. La realidad, no obstante, es que su marido la drogaba con ansiolíticos para dejarla en un estado de inconsciencia del que ella misma ni siquiera se acordaba más tarde, y proponía a desconocidos que mantuvieran relaciones sexuales con ella mientras él practicaba voyeurismo.

Al salir a la luz los hechos, la víctima recibió atención médica y se le detectaron cuatro enfermedades sexuales transmisibles, directamente imputables a estas violaciones, de las que no tenía recuerdos. Al tener conocimiento de los hechos, además, sufrió un estrés postraumático con pensamientos suicidas. Ya ha puesto en marcha los trámites del divorcio de su marido, al que conoció en 1971, y que ha podido ser relacionado con dos delitos más. Al introducir su ADN en las bases policiales, Dominique Pélicot ha podido ser relacionado con el asesinato de una mujer de 23 años en París en el año 1991 y con el intento de violación a una chica de 19 años en Villeparisis en el año 1999.

Un mundo que se hunde de la noche a la mañana

Esta semana ha empezado en la ciudad de Aviñón el juicio contra los 51 acusados —los violadores identificados y el marido— por las agresiones sexuales a Gisèle Pélicot, quien ha querido que el proceso se hiciera público para que lo supiera todo el mundo y ninguna otra mujer sufra una sumisión química. "Para mí el daño está hecho", ha explicado en su primera intervención en el Tribunal de lo Criminal del departamento de Vaucluse, renunciando a que fuera a puerta cerrada o con la cara tapada "en nombre de todas aquellas mujeres que quizás nunca serán reconocidas como víctimas".

Gisèle, acompañada de sus hijos durante el juicio. | Guillaume Horcajuelo / EFE

"Los policías me salvaron la vida inspeccionando el ordenador de mi marido", ha asegurado la víctima, que actualmente tiene 71 años. "Durante cincuenta años, siempre apoyé a mi marido y nos mantuvimos unidos", ha contado Gisèle, que ha reconocido que su mundo "se hundió" el 2 de noviembre de 2020, cuando la citaron en comisaría. Ella pensaba que le preguntarían por los vídeos que su marido había grabado en el supermercado, pero le empezaron a preguntar por su vida sexual. La mujer les explicó que solo mantenía relaciones con su marido y que nunca había participado en intercambios de parejas o tríos, momento en el que los agentes le dijeron que tenían que mostrarle unas imágenes que no le gustarían.

Gisèle ha reconocido que en un primer momento no supo identificar a nadie, hasta que al final vio que era ella misma "inerte y dormida" mientras alguien a quien no conocía abusaba de ella sexualmente. "Violación no es la palabra correcta, es barbarie", puntualiza. "No son escenas de sexo, son escenas de violaciones. Hay dos o tres a encima de mí y yo estoy inerte", ha relatado la víctima antes de insistir en que "me sacrificaron ante el altar del vicio".

Nadie denunció los hechos

Durante su declaración, Gisèle también ha criticado la postura de las decenas de acusados de violarla, que alegan que no sabían que estaba drogada y que no había dado su consentimiento. "Estos hombres se aprovechan de mí y nadie ve nada extraño. Me trataban como una muñeca de trapo, como una bolsa de basura. No eran escenas de sexo, era crueldad gratuita contra una mujer convertida en objeto que se utiliza, se viola y se tira", ha sentenciado. Los acusados se enfrentan a un delito de violación agravada, con posibles penas de hasta veinte años de cárcel.