Botarell, en el Baix Camp. Al atardecer. Todo parece tranquilo, pero no lo está. Las imágenes de las cámaras de mapeo que algunos agricultores han colocado en sus terrenos confirman lo que todo el mundo sabe: los ladrones hacen su agosto a costa de nuestros agricultores, que se pasan el año cuidando los campos para poder cosechar cuando toca. Cuando las algarrobas están en el suelo o cuando ya se han hecho caer las aceitunas y están en sacos —de aquí a pocos días comenzará la campaña—, los ladrones aprovechan para arrasar. En las imágenes de vídeo que acompañan esta noticia se puede ver cómo un ladrón, agachado en el suelo, recoge algarrobas de la finca de un agricultor en Botarell, un producto que acabará vendido por debajo de su precio en el mercado negro, incluso a otros agricultores con menos escrúpulos. El agricultor perderá el producto, los beneficios que podría haber obtenido... y, como es normal, acabará perdiendo los nervios.

Ladrones que vuelven al lugar de los hechos

No es la primera vez que pasa. Aceitunas, algarrobas, sacos de avellanas e incluso tapas de riego. Todo lo que se pueda acabar vendiendo es atractivo para los ladrones que aprovechan la noche para colarse en los terrenos y arrasar. En este caso, son imágenes de la semana pasada, y pocos días después los vecinos avisaron al agricultor de que los ladrones habían vuelto. Pudieron avisar a los Mossos y acudir al campo que estaban saqueando, pero los tres ladrones, los tres magrebíes, pudieron escapar, dejando el coche allí abandonado y cargado con casi 600 kilos que recogieron del suelo.

La algarroba va a 50 céntimos el kilo, explican los agricultores, hartos de este tipo de robos. Los ladrones venden el producto a otras personas, a veces también agricultores, a mitad de precio. Todos ganan, menos aquellos a quienes roban las algarrobas. En el caso de Botarell, cuando fueron sorprendidos por los Mossos y huyeron, abandonaron el coche cargado con los 600 kilos, que, por suerte, el agricultor que ha contado su caso a ElCaso.com, ha podido recuperar. Pero no siempre es así.

 

Las Terres de l’Ebre, el Camp de Tarragona o la Plana de Lleida, pero también en zonas más cercanas al área metropolitana, donde los agricultores también luchan por sobrevivir, los robos en el campo son una lacra, muchas veces invisibilizada. Pequeños hurtos de producto y material que van sumando pérdidas a los agricultores, ya bastante castigados, y que los Mossos d’Esquadra, las policías locales y los vigilantes municipales no pueden detener.

Complicado de atrapar, fácil de quedar en libertad

En todo el país hay miles de kilómetros de extensión de campos que son imposibles de vigilar completamente. Los ladrones, conscientes de esto, y también de la facilidad para colocar lo robado en el mercado negro, saben que pueden ganar mucho dinero aprovechándose del trabajo de los agricultores. Y no sólo eso. El terreno permite escapar fácilmente si aparece el agricultor o los Mossos, y, si son arrestados, al considerarse un delito leve, entran y salen de los juzgados, si llegan a ser entregados al juez y no quedan en libertad antes.

La situación, aseguran los mismos agricultores, es insostenible, y los robos son casi diarios. Los agricultores de nuestro país han alzado la voz, difundiendo las imágenes y alertando de esta problemática, que se suma a muchas otras que ya sufren; entre otras, la burocracia asfixiante de la administración y la sequía. La policía catalana y algunos ayuntamientos tienen en marcha dispositivos especiales para combatir este tipo de robos, pero aceptan que es muy complicado luchar contra ello, debido a la baja penalización del delito investigado y también por la situación de los terrenos, que permiten huir a los ladrones.

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