Esta semana los Mossos d'Esquadra han desmantelado tres organizaciones dedicadas al tráfico de droga, sobre todo marihuana y hachís, con claras ramificaciones internacionales. En dos investigaciones paralelas, de la División de Investigación Criminal (DIC) de Girona y de Barcelona, la policía catalana ha conseguido detener casi a una treintena de personas, de las cuales, y contra todo pronóstico, han ingresado en prisión una quincena.
Con el epicentro en Girona, se han desmantelado dos organizaciones, con derivadas en la zona de Gavà, la primera de la mafia albanesa y la segunda con personas de origen magrebí. La narcoorganización que se ha desmontado desde Barcelona, la tercera desactivada esta semana, estaba formada por personas de origen magrebí-francés, que empezaron su carrera delictiva en el Estado francés, pero que, por la presión policial allí, se han instalado en Catalunya para dar servicio a las mafias de Marsella y París. Es esta última investigación la que centra más la atención de la policía. No solo se dedicaban al cultivo de marihuana para su posterior venta internacional —el precio se multiplica, pasada la Jonquera—, también traficaban con otras drogas, sobre todo hachís, y también se habían abastecido de armas para defenderse de otros grupos criminales y, al mismo tiempo, poder atacar otras organizaciones por hacerse con droga y poder venderla a sus clientes en Vitrolles y Creil, dos municipios próximos a Marsella y París, respectivamente.
Armas en Barcelona, droga en Vilanova
Los Mossos de Barcelona iniciaron la investigación después de detectar, gracias al trabajo de agentes de paisano de la comisaría de Sant Martí, un vehículo cargado con ocho armas de fuego de fogueo modificadas para poder ser letales. Estirar el hilo de los dos detenidos, como hicieron desde la DIC de Barcelona del inspector Lisard Hidalgo, permitió saber que uno formaba parte de un grupo francés que se dedica a la venta de armas, desde París, y el otro formaba parte de un grupo criminal ubicado en nuestra casa, con base operativa en Cubelles, en el Garraf (Barcelona), desde donde se compraba y venía droga para abastecer a la mafia francesa.
Los investigados, y ahora detenidos, se habían instalado en Catalunya, algunos de ellos huyendo de Francia, donde tenían antecedentes —uno de ellos, incluso, tenía pendiente una orden de detención por una condena de nueve años de prisión— y funcionaban como el hub logístico de las mafias de allí arriba. En términos comerciales, subcontrataban a esta facción de la mafia marsellesa y parisina para poder conseguir la droga, marihuana y hachís, que después era enviada hacia Francia, por carretera o aprovechando envíos fraudulentos a través de empresas de mensajería.
Catalunya, lugar ideal para cultivar y vender
Catalunya, y el Estado español, por la dejadez política e institucional, se ha convertido en un lugar ideal para que las mafias de todo el mundo instalen sus puntos de fabricación y distribución. La baja punibilidad por el cultivo y tráfico de marihuana, la poca persecución a la ocupación delincuencial y la casi nula condena por pinchar la luz hace que los narcos internacionales, en una valoración de coste-beneficio, encuentren que nuestro país es idóneo para la producción de marihuana. Esta organización magrebí-francesa desmantelada por los Mossos tenía una gran nave industrial en Vilanova i la Geltrú, fuertemente vigilada, que es donde cultivaban la marihuana que después enviaban, pasando por Cubelles, hacia Francia. También en el chalet de Cubelles se recibían, frecuentemente, visitas de vehículos franceses para comprar droga, que después era transportada al norte.
El hachís, cuando desde el estado vecino pedían, lo compraban a organizaciones criminales con vínculos en Marruecos o, incluso, armados hasta los dientes, asaltaban a otros clanes dedicados a lo mismo. Son habituales este tipo de narcoasaltos entre criminales, un hecho que, alertan los Mossos, hace que cada vez haya más incidentes violentos, con heridos y armas de fuego involucradas. El año pasado se registraron casi un centenar de asaltos para robar droga entre clanes, la mayoría por marihuana, y más de un 30% con presencia de armas.
La investigación ha permitido desmantelar la gran plantación y el chalet franco que utilizaban para reunirse y preparar la droga, en Vilanova y Cubelles, y ocho de los detenidos, los principales líderes de la banda, han ingresado en prisión. Ahora, sin embargo, las diligencias siguen abiertas, no solo para poder llegar a juicio y conseguir que los investigados sean condenados, sino también, en colaboración con la policía francesa, para poder aclarar quiénes eran las personas que compraban la droga en Francia y qué vinculaciones con la mafia magrebí de Marsella y París tenían. Las perquisiciones iniciales, aseguran los Mossos, parecen confirmar que los detenidos en Catalunya eran miembros de estas organizaciones, que habían encontrado en nuestro país no solo mejor clima, sino también un buen lugar donde conseguir droga más barata y con menos presión policial. El ojo clínico de los agentes de paisano de la comisaría de Sant Martí les ha hecho una jugarreta y se ha descubierto el negocio.
Los investigadores, el pasado 3 de junio, de manera coordinada, hicieron ocho registros en diferentes puntos del país e intervinieron munición, marihuana, hachís y heroína, además de dinero y numerosos dispositivos electrónicos de localización —los utilizan para no perder la droga. Aparte de envíos, el entramado criminal también coordinaba transportes en turismos hacia Francia con fuertes medidas de contravigilancia. En el marco de uno de estos viajes, el pasado 24 de abril, patrullas pararon el vehículo y encontraron 7 kilogramos de hachís. Un mes después, se intervinieron ocho cajas que contenían 40 kilogramos de hachís cada una. En total, la droga intervenida en el marco de esta investigación asciende a más de 100.000 euros al mercado ilícito.
Alguien más asumirá el negocio
Los mismos investigadores, sin embargo, dan por supuesto que alguien más, ahora, asumirá este papel y que ganará el mercado que han dejado libre los arrestados. La guerra contra el narcotráfico multiétnico que se ha instalado en Catalunya y que lo empieza a impregnar todo —jardineros, empresas inmobiliarias, lampistas— es una batalla sin cuartel, y cada vez más peligrosa. Los beneficios inimaginables que genera este negocio convierten a los integrantes de estos clanes en los más matones del barrio, y si se tiene en cuenta que cada vez tienen más acceso a armas, y de manera más fácil, el cóctel es muy peligroso. Los Mossos hace años que avisan. Ya no solo se ve la punta del iceberg. Pero los políticos siguen mirando hacia otro lado.