Banksy, uno de los artistas urbanos más conocidos y al mismo tiempo desconocidos, basa su carrera en la subversión y los límites del arte, una guerra particular contra el sistema que imprime en las paredes de muchas capitales del mundo. Su popularidad ha hecho que también sus obras tengan un gran valor en el mercado y que, aunque él parece que sea la antítesis, el capitalismo también ha encontrado con los garabatos e ideas de Banksy el negocio. Y cuando hay dinero, hay listillos que quieren ganarlo sin trabajar mucho. Es lo que en el cas Cartó los Mossos d'Esquadra han descubierto. Un hombre que aprovechando unas copias que hacía una pareja de jóvenes artistas de Zaragoza se ha hecho de oro, hasta que la policía catalana, los agentes de la Unidad Central de Patrimonio Histórico de la DIC han detectado el pastel.

Agentes de esta unidad hacen tareas de ciberpatrullaje y de control del mercado del arte, sobre todo, cuando hay subastas. Fue en esta batida digital que, en julio de 2023, detectaron la venta de diferentes de obras atribuidas al artista Banksy en plataformas en línea, salas de subasta y anticuarios. Los agentes vieron que las obras no parecían reales e intentaron averiguar de dónde salían. Durante esta investigación se pudieron intervenir nueve obras, algunas que ya habían sido vendidas y otros que estaban en depósito, y pudieron aclarar de dónde salían.

 

El mes de diciembre de 2023 se hizo inspección de la actividad del taller punto de creación de las obras. Un piso de la ciudad de Zaragoza era el lugar desde donde una pareja de jóvenes seguidores del arte urbano de Banksy y con problemas económicos, creaban las obras sobre cartones a las que añadían complementos gráficos que las hacían más atractivas. Esta pareja tenía artilugios para hacer las obras de arte, que las ponían en venta a precios no Pero aquí interviene a una tercera persona, un listillo. Viendo que las obras tenían gracia, que estaban bien hechas, ideó un plan para falsificar certificados de autenticidad y empezó su particular negocio.

Se trata de una persona con conocimientos del funcionamiento del mercado de la obra gráfica y su distribución. Introdujo en el mercado un producto nada habitual, pero exitoso, añadiéndole algún complemento que generara más engaño como sellos y adhesivos de la marca Banksy. Encontró la complicidad de una empresa distribuidora y elaboraron un tipo de certificados que de manera individualizada indicaban que la obra había sido creada por la mano del artista dentro del proyecto Dismaland. Las obras y los certificados, tal como acreditó la empresa Pest Control, único organismo oficial que autentifica obras de Banksy, eran falsas 100%. Los dos jóvenes de Zaragoza, sin saberlo, creaban material que este listillo colocaba como real en el mercado, cobrando grandes cantidades de dinero. Se trata de un hombre del mundo del arte y que se dedica desde hace años. Hay un segundo investigado, también relacionado con el mundo del arte, que colaboraba con la estafa.

Según los Mossos d'Esquadra, se han podido acreditar 25 ventas de obras falsas de Banksy, en el Estado, pero también fuera. En Alemania, Suiza, Estados Unidos y Escocia. Algunas de estas obras, de pequeño formato, la mayoría eran unos cartones de tamaño A4, se vendían por 1.500 euros. La policía catalana cree que puede haber más víctimas. La investigación sigue abierta.

Obras del proyecto Dismaland de Banksy

Las obras que se colocaron en el mercado simulando que eran reales formaban parte, supuestamente, de una colección que el artista urbano Banksy va entre el 22 de agosto y el 27 de septiembre de 2015 y que bautizó como Dismaland, un parque de atracciones reivindicativo en Somerset, en el Reino Unido.

Durante esta performance, Banksy dejó escondidas entre otras obras algunas de sus creaciones. Algunos de los asistentes se pudieron llevar obras reales de Banksy y era, con esta fantasía, que el estafador intentaba engañar a sus clientes. Aseguraban que eran obras de Banksy, adjuntando las entradas en este espacio, y haciendo creer que las obras habían sido encontradas en Dismaland. Con las entradas y el certificado de autenticidad, muy falsificado, conseguían hacer creer que las obras eran reales y que podían tener un valor de 1.500 euros. Poco se lo pensaban que eran reproducciones que hacían dos jóvenes en un piso de Zaragoza y que se veían por menos de 50 euros como souvenir.