Ayer saltó la sorpresa en Santa Bàrbara (Tarragona). Todo el mundo sabe quién es la vecina que vivía en la casa donde la Guardia Civil desmanteló el almacén, donde, según parece, había un bar-restaurante clandestino en funcionamiento. Se trata de Marisin A., una mujer de 50 años, vecina de este municipio de la comarca del Montsià (Tarragona), que hace años tenía un bar con su pareja, un hombre de Pakistán. Lo cerraron hace unos tres años, cuando el hombre se marchó del pueblo. La mujer, sin embargo, aunque desmanteló el negocio, no tiró todo el material del bar que tenía con su pareja, y lo llevó todo al almacén que tenía bajo su casa. Allí empezó la aventura que la Guardia Civil, después de recibir la denuncia de un vecino, ha acabado descubriendo.

Interior del bar clandestía en Santa Bàrbara / GC
Interior del bar clandestino en Santa Bàrbara / GC

La mujer, vecina del pueblo de toda la vida, es muy conocida, pero poca gente sabía que tenía este establecimiento ilegal bajo su casa. Cuando los agentes de la Guardia Civil del cuartel de Amposta entraron, encontraron todo el material que utilizaban en el antiguo restaurante, pero instalado en el sótano de su casa.

Negocio clandestino, kebabs y tabaco sin licencia

En las imágenes que se han podido ver del restaurante se puede observar el mal estado de las instalaciones, que recuerdan un bar, pero que podrían ser perfectamente un trastero o un restaurante abandonado. Varios vecinos con quien ha hablado ElCaso.com han explicado que habían visto movimiento y que sabían que esta mujer tenía alguna cosa entre manos, pero que no sabían que había reabierto el bar bajo su casa. Otros vecinos sí que han explicado que sabían que había puesto en marcha un negocio clandestino y que había ofrecido, por WhatsApp, productos para llevar, como kebabs, para aprovechar la maquinaria para hacer este tipo de comida de origen turco.

Los mismos vecinos han explicado que la mujer había encontrado, con este bar clandestino, una manera de sobrevivir después de cerrar el otro bar y quedarse sin oficio ni beneficio. El restaurante estaba escondido y era complicado de llegar; en el exterior no había ningún cartel que invitara a entrar. Y mejor. Las imágenes del interior confirman que el espacio era una bomba de relojería, no solo por la falta de licencias, sino también por el peligro para la salud pública que podía causar. La Guardia Civil levantó actas por todas las irregularidades contra la mujer y ahora serán varios organismos los que tendrán que sancionarla, tanto por la falta de permisos como por la venta irregular de tabaco, entre otros delitos. Los vecinos de Santa Bàrbara están convencidos de que fue un vecino, molesto por el ruido, el que denunció los hechos a la Guardia Civil, que en un control administrativo comprobó que el establecimiento clandestino no tenía -ni tenía ninguna intención de tener- licencia de actividad. En el pueblo, de poco más de 3.000 personas, en el sur del Principado, hoy no se habla de nada más que del "nuevo" bar de Marisin.