Durante una noche de julio de 2019, en Navarra, un agente de la Guardia Civil pidió un café solo, largo y con hielo en un bar. La discusión que se inauguró entonces entre el agente y la camarera -él criticaba lo mal que estaba hecho el café, a su parecer- terminó con la detención de la mujer, esposada "contra la pared"

El juicio ha quedado visto para sentencia en Navarra. Para la Fiscalía se trata de una detención ilegal y en la que se produjo un abuso de autoridad. Por ello ha pedido 9 años de inhabilitación al agente y una multa de 2160 euros. El agente, firme, defiende su actuación

Café solo, largo y con hielos

Los agentes uniformados entraron al bar de los hechos a las diez y media de la noche. Antes de comenzar el turno y para no dormirse en el coche decidieron tomar dos cafés: un cortado y uno solo, largo y con hielos, que acabaría desencadenando una detención muy probablemente precipitada. 

El acusado afirmó durante el juicio que, pese a que frecuenta el lugar, "desde el principio recibimos un trato desfavorable por nuestra presencia". Al agente, que acumula 16 años en el cuerpo, no le gustó el aspecto de su bebida: "Igual el café largo es con un poco más de café", recuerda sus palabras. Tras esta observación, relata, la camarera se habría mostrado “agresiva” y su trato fue “hostil”, “humillante” y “amenazante”: ella "me respondió que si me gustaba bien, y que si no, eso era lo que había. Aquí lo hacemos así", afirma. "No me gustó su respuesta".  

Café / Phere

Café / Phere

La declaración de la víctima solo ha coincidido con la del acusado en que el café que pidió era solo, largo y con hielos. "Un café así es muy subjetivo. Pero le dije si quería otro, o si quería más agua, que esperara cinco minutos porque estaba a tope con las cenas, no sabía qué más hacer...", relata la camarera. 

Esposada contra la pared

El agente afirma haberse sentido ofendido durante el encontronazo con la camarera y dueña del lugar. Fue entonces cuando pidió la hoja de reclamaciones.  

"Y entonces ella empezó a decir que ese uniforme no representaba nada para ella y que íbamos a molestar. Usaba un tono elevado y me señalaba con el dedo. Hacía aspavientos, me decía que no era nadie para pedirle nada y que no le achantábamos. Estaba sacando todo de contexto. Luego le pedí que se identificara, entregó el permiso de conducir y mi compañero comprobó llamando a la central si tenía antecedentes". El historial estaba limpio de infracciones, relata Noticias de Navarra. 

La camarera, lejos de coincidir en el relato de trato espantoso que augura el agente, explica que "una compañera me dice que el guardia quiere que salga. Me pidió la hoja de reclamaciones y que me identificara. Se la dí y también el permiso de conducir, y me dice que no le tomara el pelo. No comprendía lo que pasaba".

Me pisaba las piernas en el coche

El agente, a lo suyo: "Percibía una hostilidad palpable en el local, había menosprecio y humillación porque trataba de desautorizarnos. Le dije al compañero que llamara al brigada jefe para notificar los hechos", prosigue el procesado. El fiscal, tratando de entender tales ofensas al alcance de unos pocos, preguntó: "¿Pero qué hechos, que tenía que comunicar?". A la respuesta: "Que ella no atendía a razones y eso era una desobediencia grave y una alteración del orden público. Ella nos decía que nos había dado lo que queríamos y que nos fuéramos. Alentaba a la violencia y hostilidad de los presentes", alegó el agente. Un rifi rafe de patio de colegio y el abusón que quiere castigar a los 'infieles'. 

Guardia Civil / Europa Press

Guardia Civil / Europa Press

"La situación se estaba saliendo de madre, percibí riesgo para mi integridad y pedí refuerzos". La escena terminó con la camarera esposada y sentada en el coche patrulla camino al cuartel de Puente La Reina (Navarra). Una detención que apenas duró unas horas, hasta que de madrugada el responsable del cuartel la puso en libertad

Según la camarera, relata Noticias de Navarra, ella "quería acabar con aquello para seguir trabajando. Tenía las hamburguesas en la plancha, mesas sin atender, y luego me pide la licencia de apertura. No le insulté nunca. Estoy más que acostumbrada a atender a policías, nunca he tenido ningún problema, al revés. Pero me puso muy nerviosa. Me dijo que saliera fuera y sí le dije que él ni 20 como él me achantaban. (...) Y me arrinconó y me puso los grilletes. Luego me pisaba las piernas en el coche y estaba empeñado en que no iba a ver a mi marido y que iba a estar mil horas en el calabozo". 

Dos años después y tras una sesión de juicio, ahora el caso ha quedado visto para sentencia.