La Guardia Civil sigue trabajando para aclarar el crimen de Amelia, Ángela y Pepe, los tres hermanos de entre 68 y 70 años que, después de un mes sin noticias suyas, aparecieron asesinados dentro de su casa, en el municipio madrileño de Morata de Tajuña. La principal hipótesis de los investigadores es que se trataría de una venganza por una deuda económica que habrían contraído al pedir un préstamo a la persona equivocada. Mientras no encuentran a este prestamista, sin embargo, lo que sí que han podido confirmar es que habían sido víctimas de un estafador del amor que los había engañado para robarles unos 400.000 euros. Totalmente endeudados, los tres hermanos se habían visto obligados a pedir dinero al que, presuntamente, ha acabado siendo su asesino.

Endeudados y asesinados por culpa de la estafa nigeriana

Los tres hermanos fueron víctimas de lo que se conoce como estafa nigeriana o fraude 419. Este consiste en enviar cartas, correos electrónicos o mensajes de WhatsApp en que, con la excusa que tienen los fondos bloqueados o que tienen que recibir una herencia próximamente, ofrecen grandes cantidades de dinero a cambio de que, previamente, la víctima haga un adelanto. Los delincuentes lo hacen suplantando, a través del método phishing, la identidad de alguna persona adinerada o de algún militar para hacerlo más creíble. Para no levantar sospechas, incluso, pueden llegar a simular una relación amorosa con las víctimas, tal como ha pasado con el caso de las hermanas de Morata de Tajuña.

Hacía ocho años, Amelia y Ángela habían empezado una relación amorosa con dos supuestos militares americanos, Edward y Michael, a quienes habían conocido a través de Facebook, pero a quienes nunca habían llegado a ver en persona. Estos hombres, sin embargo, en realidad no existían. De hecho, según se ha podido confirmar, en sus perfiles falsos utilizaban fotografías de Wesley Clark, excomandante jefe de la OTAN, y de Mario Guerra, un político de California de origen cubano. Un día, uno de ellos, dijo a las hermanas que el otro había muerto en el frente, en Afganistán, y que le correspondía una herencia de siete millones de euros que pretendía compartir con ellas.

Para poder cobrarla, sin embargo, se suponía que tenía que hacer unos trámites muy costosos a los cuales no podía hacer frente. Amelia y Ángela se comprometieron a ayudarlo, y así empezó la espiral de préstamos y deudas de la cual ya no pudieron salir. Empezaron a pedir dinero a familiares, a amigos y a vecinos diciéndoles que pronto recibirían una gran cantidad de dinero, pero esta herencia no llegaba nunca. Todo el mundo las avisaba de que las estaban estafando, pero ellas lo negaban y se enfadaban con quien no las creía. Poco a poco se fueron alejando de su entorno hasta que este jueves, después de un mes sin que nadie supiera nada de ellos, los encontraron asesinados en su casa.