De las horas y horas de investigación que los Mossos d'Esquadra de la Unidad Central de Cibercrimen de la DIC tuvieron que hacer para poder identificar a los autores de las agresiones sexuales a la niña tutelada por la DGAIA, se consiguieron datos interesantes que permitieron tirar del hilo y obtener nuevas pruebas e indicios contra otros de los mayores de edad que visitaban el piso de la calle de la Unió, junto a la Rambla, en el centro de Barcelona, donde perpetraba los crímenes Teófilo Lapeña, el acusado de ser el líder del entramado y para el que la Fiscalía y la víctima —lo ha avanzado ElNacional.cat, esta tarde— piden 107 años de prisión.

Entre la documentación intervenida por los Mossos d'Esquadra del móvil del principal investigado, se pueden ver las conversaciones que mantenían los acusados, con la participación de la menor de edad, como preparación de los encuentros sexuales delictivos. También después de estas. Con una frialdad que asusta. De las conversaciones que forman parte de la investigación, y a las que ha tenido acceso ElCaso.com, se puede ver cómo los arrestados, una decena, quedaban en el entresuelo del número 26 de la calle de la Unió, justo en medio de la ciudad, en el Raval, en el distrito de Ciutat Vella. A solo dos minutos de las puertas del Gran Teatre del Liceu. Los mensajes que enviaba Teófilo Lapeña a los otros acusados servían para concertar citas en el entresuelo de este bloque.
Un piso sin vecinos ni red social real
El piso estaba montado como si fuera un apartamento turístico, con varias habitaciones. Tenía varias estancias y también una habitación con dos ordenadores desde donde el hombre, con formación de electricista, editaba y publicaba los vídeos de las agresiones a los menores en la deep web, de donde se cree que conseguía dinero, compartiéndolos. Los vecinos, sin embargo, no lo conocen de nada. En este bloque, prácticamente todo convertido en pisos de alquiler de temporada y de habitaciones para turistas, entran y salen pocas personas, y las que lo hacen, no hace ni un año que viven allí.
La falta de red social real, la de los barrios y del antiguo Raval, le jugó a favor. Un expat “hace mucho tiempo” que vive allí, asegura. Pero él mismo explica que mucho tiempo es ocho meses. Unas chicas jóvenes también entran en el portal y tampoco tienen ni idea de que el piso que ahora, reformado, sirve de Airbnb era el entresuelo donde, supuestamente, Teófilo Lapeña —que sigue en prisión esperando el juicio, previsto para dentro de un año— agredía sexualmente a menores de edad.

Tampoco los vecinos del bloque ni de los pocos comercios locales que quedan en la calle saben nada de este hombre. Un vecino sí que explica que cree recordarlo, haber hablado un par de veces. También que tenía un Mercedes de color blanco —consta a los mensajes intervenidos por los Mossos, cuando se tenía que dar a conocer a los otros acusados— y que también iba en una bicicleta y que charlaba poco. Cuadra que no lo vean desde que ingresó en prisión, después de ser arrestado por segunda vez por los Mossos, cuando el juzgado de Barcelona que conoce la causa ya no aceptó que quedara en libertad pagando una fianza y lo hizo ingresar en prisión. Ahora el piso que servía de escondite, que se convirtió en el horror para la chica de la DGAIA, está ocupado y sirve de piso turístico. Quien lo gestiona ahora desconoce completamente que era la guarida de un depredador sexual a quien, de momento, le piden 107 años de prisión. Pero, como mínimo, tendrá que dar explicaciones por dos causas más.