Agentes de la Policía Nacional detuvieron el martes pasado en el aeropuerto Josep Tarradellas Barcelona - El Prat a un hombre, de nacionalidad ucraniana, que contaba con una notificación roja en la Interpol por haber creado y distribuido un programa malicioso de tipo "scareware" entre los años 2006 y 2011, y por lo que llevaba más de diez años en busca y captura por las autoridades de los Estados Unidos. Con este programa cometió un fraude de gran envergadura junto con varios cómplices, que afectó a miles de personas por todo el mundo, con unas pérdidas de más de 70 millones de dólares por parte de las víctimas.

Venía a hacer turismo a Barcelona

La policía española tuvo conocimiento de que el sospechoso estaba en la lista de pasajeros de un vuelo que había despegado en Tenerife y que llegaba al aeropuerto del Prat. El "hacker", que hacía más de una década que estaba huido de la justicia, decidió hacer una escapada a Barcelona, confiando en que su nombre no aparecería entre los delincuentes más buscados. Desgraciadamente para él, no fue así, y la policía le arrestó nada más haber aterrizado en la capital catalana.

La operación que acabó con su detención fue llevada a cabo por los investigadores de la comisaría general de información de la Policía Nacional en coordinación con las brigadas de Tenerife y de Barcelona, así como con la colaboración de los agentes de la comisaría del aeropuerto del Prat. Por otra parte, el FBI y la Interpol pusieron a disposición de las autoridades catalanas y españolas toda la información necesaria relativa al fugitivo para facilitar su identificación. Con todo, el detenido pasó al día siguiente de su arresto a disposición del juzgado central de instrucción número 6 de la Audiencia Nacional, que decretó su ingreso en la prisión a la espera de ser extraditado.

Un 'hacker' muy peligroso

El ahora detenido participó activamente en la creación de un software malicioso que distribuyeron entre miles de personas con un poder adquisitivo muy elevado. Infiltraron este "software" en los ordenadores de las víctimas con la ayuda de una red internacional de servidores informáticos que comprometieron previamente. El fraude consistía en hacer creer a las personas afectadas que su dispositivo había sido infectado por un virus y que, para erradicarlo, tenían que comprar rápidamente un programa concreto para solucionar el problema. Los precios para adquirir este supuesto programa variaban en función de cada persona, pero algunas de ellas llegaron a pagar hasta 130 dólares por un programa de seguridad falso, mientras que su dinero acababa en los bolsillos de las personas que habían infectado sus ordenadores.