La curiosidad y una intensa afición a los programas de true crime hicieron que una joven de 23 años acabara cometiendo un asesinato. La policía de Corea del Sur detuvo a Jung Yoo-jung, acusada del homicidio de una profesora de 26 años en la localidad de Busan, en el sur del país. Durante el interrogatorio, la sospechosa acabó confesando los hechos, y dijo que solo quería "saber qué se sentía" al matar a alguien. Ahora, Yoo-jung ha sido condenada a cadena perpetua, aunque la defensa de la chica intentó rebajar la pena alegando que tenía trastornos mentales, un argumento que el tribunal rechazó.

Apuñaló a la víctima hasta 100 veces

Su obsesión con los documentales y series que narran crímenes reales hizo que esta joven desarrollara una curiosidad insana hacia el acto de matar. Tanto es así, que, después de varias búsquedas en Internet sobre cómo deshacerse de un cadáver sin levantar sospechas, decidió dar el siguiente paso: ponerse en contacto con potenciales víctimas. Con este objetivo se creó una cuenta en una página que ofrecía clases particulares a estudiantes de secundaria. Haciéndose pasar por adolescente, contactó con una de las profesoras, y el pasado mes de mayo se presentó en su casa para, supuestamente, empezar las lecciones. En vez de eso, tan pronto como entró por la puerta, atacó a la mujer, clavándole hasta 100 puñaladas que le provocaron la muerte.

Después de eso, Jung Yoo-jung la desmembró, al más puro estilo Jeffrey Dahmer, y metió los restos en una maleta con la que se desplazó hasta un parque donde pretendía deshacerse del cadáver. Su actitud sospechosa, junto con las manchas de sangre que cubrían la bolsa de viaje, alertaron al conductor del taxi que había pedido para que la llevara hasta un río. El hombre llamó a la policía, que encontró el cuerpo de la víctima y, con la descripción de Jung Yoo-jung, la identificaron.

Un plan con muchas fisuras

Aparte de la maleta ensangrentada, la joven cometió otro error que acabó con su detención. Pasó por delante de varias cámaras de seguridad, tanto cuando iba a casa de la víctima como a la vuelta, dejando ver claramente su rostro. Los agentes, pues, no lo tuvieron difícil para relacionarla con el crimen.

La condenada confesó el macabro homicidio, y los intentos de su abogado para rebajarle la pena quedaron en nada, ya que los investigadores tenían una serie de pruebas que confirmaban la premeditación del asesinato, y el juzgado no admitió la apelación de insanidad.