Una madre inglesa de 34 años ha advertido públicamente sobre el peligro de la cirugía estética a la que se sometió para recuperar el abdomen plano tras el embarazo. La abdominoplastia, que le costó alrededor de 4.200 euros, le dejó "un agujero en el estómago" que ha tenido que operarse de nuevo ante el peligro de infección. "Fue una carnicería", ha declarado ella misma a los medios locales, donde ha lanzado un aviso a las personas con intención de operarse para que sean prudentes.
La advertencia de una madre sobre la cirugía estética
Emma Bestall, se desplazó hasta un país del este de Europa -no ha concretado cuál- para someterse a una abdominoplastia, tras perder cuatro kilos y medio después de dar a luz y quedar con la piel de la barriga flácida. Madre de tres hijos y residente de la ciudad inglesa de Sleaford, explicaba a The Mirror, que no le gustaba la "protuberancia" que se veía en su barriga, por lo que decidió pasar por quirófano para un "vientre plano".
Tres años de investigación por internet más tarde, la mujer eligió una clínica y voló hasta allí para la intervención, que tuvo lugar el mismo día. Ella misma confesaba estar "bastante ansiosa cuando la estaban anestesiando" y relataba: "tan pronto como me desperté, no podía creer lo que me había hecho. Me dolía tanto que no podía caminar ni ir al baño. Me desperté en agonía y lloré hasta que me dieron morfina". Además, admitía que no se atrevió a mirarse el abdomen en una semana y media, ni siquiera cuando le hacían las curas, porque "no podía soportar".
Le arruinó la vida: "Fue una carnicería"
Poco después de recibir el alta en la clínica, Bestall volvió a Reino Unido, pero diez días más tarde se dio cuenta de que algo no iba bien. Pese a limpiar y curar la herida según las instrucciones, empezó a notar que se infectaba, traspasando los vendajes, por lo que tuvo que ir directamente a urgencias, desde donde fue trasladada al hospital de la ciudad de Nottingham. Allí, los médicos tuvieron que abrirle tanto la barriga que necesitaron piel del muslo para cubrir el agujero.
Finalmente, se sometió a la terapia llamada VAC, cierre asistido por vacío, con el que ayudaba a curar la herida, quedándole una cicatriz de seis centímetros de grosor. Y ahora, seis meses, después, sigue yendo a revisión al hospital de Nottingham y ha decidido advertir a otras personas para concienciar sobre los riesgos de la cirugía estética antes de decidir pasar por el quirófano. Aunque la cicatriz se ha curado, asegura que le afectó a la salud mental "más de los que podría haber imaginado".
Aunque su pareja Liam, de 37 años, intenta convencer a Emma de que su cuerpo no tiene nada de malo, ella asegura que no le gusta tanto como antes de someterse al procedimiento: "No me siento cómoda en mi piel y siento que estoy envuelta en cinta adhesiva. Estoy luchando con mi cuerpo y eso es horrible. La gente me felicita y me molesta porque no han visto como es realmente". Y pese a que el dolor ha quedado atrás, dice sentirse apretada e incómoda, además de la enorme cicatriz. Remataba con un: "Fue una carnicería".