Sara Gómez, la mujer de 39 años que moría el pasado 2 de enero en Murcia tras una lipoescultura -un tipo de cirugía estética- en la que se le perforaron varios órganos vitales, no tenía suficiente grasa abdominal para la operación, según declaraciones de su hermano en una entrevista en el programa Cuatro al Día.
Sara Gómez no tenía suficiente grasa para la operación
El familiar de Sara explicaba al programa que "otro cirujano le desaconsejó la operación", ya que recientemente se había sometido a una abdominoplastia y no tenía grasa suficiente para la intervención. La lipoescultura consiste en extraer mediante una cánula de succión la grasa de la cintura, caderas y espalda baja, para después transferirla a otro sitio, en este caso, a los glúteos.
Pese a las advertencias, la víctima recurrió a otros sanitarios hasta que el médico que la llevó a la muerte, Javier Alejandro Masso, ahora acusado de homicidio, accedió a hacérsela.
Según el hermano de Sara, Masso sabía que no había suficiente grasa y otros indicadores ya hicieron saltar las alarmas de la investigación. Y es que este tipo de cirugía estética normalmente cuesta alrededor de 13.000 euros, pero el cirujano cobró solo 5.700.
Precio bajo, titulación dudosa y falta de regulación
Además, Masso está cualificado como cirujano cardiovascular, aunque cuenta con un máster en medicina estética que lo habilita legalmente para hacer otro tipo de intervenciones, como la que acabó con la vida de Sara.
La mujer, madre de dos niños, murió tras un mes luchando por su vida en la UCI del hospital de Murcia. La autopsia señalaba que había sufrido hasta treinta perforaciones en órganos vitales, que acabaron provocándole un "fallo multiorgánico" mortal.
El cirujano, denunciado por homicidio tras la lipoescultura mortal
La familia y la Asociación de Defensa del Paciente, a través del abogado Ignacio Martínez, han denunciado ahora a Masso por homicidio imprudente, ante lo que la jueza ha tomado medidas cautelares: se le ha retirado el pasaporte -ya que tiene nacionalidad española y chilena- y se le ha prohibido salir del país. Sin embargo, no se le impide seguir trabajando como médico, añadiendo posibles nuevas víctimas a su lista.
De hecho, colectivos de médicos especializados en cirugía estética hace años que piden cambios en la legislación para dar más garantías a los pacientes.
El anestesista confiesa y la familia clama justicia
Y es que además de la falta de conocimientos, la semana pasada el anestesista de la operación mortal de Sara declaró que advirtió al cirujano y que este no le hizo caso.
Un pulso bajo y la certeza de que el líquido que succionaba no era grasa, sino que era sangre, no hicieron que Masso detuviese la intervención, e incluso aseguró a la pareja de la víctima que todo había salido bien, pese a que estaba desestabilizada.
En una entrevista a El Español, el novio de la víctima, que es policía nacional, lamentaba que "la desgracia es que ha tenido que ocurrir la muerte de Sara para que se ponga en marcha el proceso judicial" y que "el cirujano banalizó mucho la situación y le dio una normalidad y un sosiego que no correspondía, pero él por dentro sabía lo que había hecho".