Durante más de 500 años, las momias fueron entendidas como medicamento recetado en Europa. Sí, lo estás leyendo bien. Nuestros antepasados se alimentaban de momias para evitar morir. Vamos, lo que hoy día se podría describir como canibalismo.

Una medicina al alcance de todos

La medicina se llamaba 'mumia' y se creaba a partir de cuerpos momificados. Aunque en esa época había mucho clasismo - que se evidenciaba en los hábitos de vida - la verdad es que esta medicina no entendía de clases sociales, ya que era relativamente fácil de conseguir en cualquier comercio boticario.

Aún no existía el marketing, pero sin duda tuvo mucho de este. Producida a partir de los restos de momias traídas de las mismísimas tumbas egipcias, aquello parecía casi magia pura que no tardó en introducirse entre las creencias de la Edad Media. Según creían nuestros antepasados, los restos humanos triturados podían curar cualquier cosa, desde la peste bubónica hasta un simple dolor de cabeza.

Los médicos preferían sangre y cuerpos frescos

Sin embargo, también había profesionales de la salud que afirmaban que las "mumias" no eran una práctica correcta. Y no lo decían porque les parecía una barbaridad, no. Según estos médicos, solo les parecía bien que la carne y la sangre fuesen frescas, algo que es imposible en personas momificadas, porque así no perdían sus propiedades. Y es que, en el fondo, hubo pocos opositores reales a la práctica.

De comer momias a divertirse con ellas

Pero, para tu tranquilidad, a lo largo del siglo XIX, la historia de la relación de los vivos con las momias cambió de rumbo: decidieron utilizarlas para sus fiestas. "Las primeras fiestas privadas donde se desenvolvían momias tuvieron al menos cierto respaldo de respetabilidad médica. En 1834, el cirujano Thomas Pettigrew desenvolvió una momia en el Royal College of Surgeons. En su tiempo, las autopsias y operaciones tenían lugar en público, así que este desenvolvimiento fue solamente otro evento médico público más", recuerda Harmes. Así pues, este entretenimiento estaba más destinado a divertir a burgueses y aristócratas que para perfilar los nuevos caminos científicos. 

Como explica la experta Dimitra Nikolaidou, los desenrollamientos de momias fueron solo un síntoma de la obsesión por todo lo egipcio y que se extendió primero por Inglaterra en el siglo XIX. "Los europeos habían estado comprando momias desde la época de Shakespeare. Ahora, las guerras napoleónicas y la expansión colonial de Inglaterra habían creado un renovado interés en el pasado de Egipto", informa la científica.

Por suerte, para nosotros, aquellas veladas no fueron más allá. La arqueología, tal como hoy la entendemos, ganó importancia, y numerosas prácticas habituales de la época pasaron a resultar macabras llegado el siglo XX.