Tragedia en Indonesia. Chaca, una niña de 5 años, ha muerto devorada por un cocodrilo después de que esta fuera atacada cuando se encontraba en la orilla de un estanque. Los hechos ocurrieron el pasado sábado por la mañana en la aldea de Bukit Layang, en la isla de Bangka, cuando la menor se estaba metiendo en el agua para bañarse con sus padres y, de repente, el reptil apareció y se abalanzó sobre ella por sorpresa. El animal cogió a la niña con sus afilados dientes y la arrastró hacia las profundidades del estanque mientras ella no paraba de gritar pidiendo ayuda y sus padres intentaban salvarla desesperadamente sin poder hacer nada para evitar el ataque del animal.
A raíz del ataque, se activó un gran dispositivo. Se desplegaron efectivos policiales, militares, voluntarios y miembros de la agencia de búsqueda y rescate del archipiélago de Bangka Belitung que durante todo el sábado estuvieron trabajando para intentar localizar a la niña. Horas más tarde encontraron al reptil, un cocodrilo de agua salada, que quedó capturado y fue trasladado a tierra. No fue hasta primera hora de la mañana del domingo que el cuerpo sin vida de la niña apareció flotando en el agua con el cráneo aplastado, a pocos metros de distancia de donde se había producido el ataque. Según detalla Antara News, el cadáver fue recuperado y entregado a la familia para que lo puedan enterrar y se despidan de la pequeña como se merece.
Indonesia, donde se producen los ataques más salvajes de cocodrilos
Indonesia en general y su archipiélago de Bangka Belitung en particular han sido escenario de numerosos accidentes con cocodrilos a lo largo de los años. El país cuenta con cerca de diez veces más de ataques de cocodrilos de agua salada que cualquier otro y la isla ha sufrido algunos de los ataques más salvajes que se recuerdan, algunos de los cuales también le han costado la vida a otros menores de edad. Por eso, las autoridades de Bangka Belitung piden a la gente que no se acerque a los estanques de extracción mineral y alertan de los peligros que supone que la actividad humana tenga cada vez más presencia en los hábitats naturales de los reptiles. Y es que algunos de estos depredadores pueden llegar a medir hasta seis metros y a pesar unos 1.000 kilos.