Los tiempos cambian y todo va evolucionando, especialmente la tecnología. Nuestra forma de hacer las cosas se va adaptando cada vez más al auge de la digitalización, y eso se aplica también las estafas. Cada vez son más comunes las estafas a través de llamadas, correos electrónicos o SMS, aplicaciones maliciosas... pero de la misma manera que nos tenemos que prevenir de los peligros de las nuevas tecnologías, también tenemos que mantener la guardia alta con respecto a otros métodos más físicos y no tan digitales. Que la mayoría de robos de datos se hagan a través de la nube no quiere decir que nosotros tengamos que estar ahí.
A veces estamos tan pendientes de no dar acceso en nuestro teléfono a ciberdelincuentes que nos olvidamos de que también pueden infiltrarse en nuestro dispositivo en persona. Eso es lo que estuvo a punto de sufrir una chica cuando fue a un local de dispositivos móviles a ponerse un protector de pantalla. Laura Torres pidió al encargado de la tienda que le pusieran un protector de pantalla en el teléfono por mayor seguridad, y el resultado fue justamente el opuesto, salió con el teléfono infectado. El hombre que la atendió se llevó el teléfono en una sala aparte y lo manipuló allí.
Su móvil estaba siendo intervenido desde fuera
Unas horas después empezó a recibir mensajes sospechosos sobre el uso de su tarjeta, diciéndole que estaba preparada para continuar con las compras, unos trámites que ella no había iniciado en ningún momento. Unos días más tarde recibió mensajes sobre transacciones hechas en Google y YouTube, lo que le hizo llamar al banco y cancelar sus tarjetas. Al cabo de unos meses, recibió una notificación diciéndole que había accedido a su cuenta bancaria, y ella, que no lo había hecho, pulsó el botón de "no era yo", lo que hizo que le llamaran unos minutos más tarde de parte del banco, o eso pensaba.
Durante la llamada le dijeron que por protocolo le llegaría un SMS con un código de seguridad y ella le tenía que decir el número que saliera a la pantalla a su interlocutor, cosa que estuvo a punto de hacer, pero, en el último momento, pensó que podía ser una estafa y colgó para llamar ella al banco. Desde la entidad le confirmaron que, efectivamente, era una estafa y que desde el banco no le pedirían nunca el código de seguridad. Siguiendo el consejo de una asesora, decidió establecer una clave de seguridad para poder entrar en la aplicación sin introducir el número de la tarjeta, y el teléfono le pidió que, para establecer un nuevo código, tenía que escribir el anterior. La chica nunca había puesto una clave previamente, lo que la hizo ser consciente de lo que había pasado. Cuando fue a ponerse un protector de pantalla para el móvil, le habían puesto ese código para tener acceso desde fuera.
Es importante, pues, vigilar a quién le dejamos nuestro dispositivo y qué le permitimos hacer con este. Si llevamos el teléfono a una tienda especializada, nos tenemos que asegurar que sea digna de confianza y, en medida del posible, especialmente si es por una cuestión tan sencilla como ponerle un protector, tenemos que pedir que las modificaciones se hagan delante de nosotros.