David Knezevich, el marido de Ana María, la mujer estadounidense desaparecida en Madrid el pasado 2 de febrero, está contra las cuerdas. Un tribunal de Florida lo ha acusado formalmente de secuestro después de que el pasado 4 de mayo fuera detenido en Miami como a sospechoso de haberla matado. Desde un primer momento la misteriosa desaparición de la mujer de la noche a la mañana cuándo intentaba empezar una nueva en la capital española lejos de su marido ya hizo pensar a los investigadores, tanto a los de la Policía Nacional como al FBI, que se sumó a la investigación porque el hermano denunció la desaparición también en Estados Unidos, que no se había ido de manera voluntaria.
El marido, en el punto de mira desde el primer momento
La actitud del marido, con indiferencia y sin querer ayudar a encontrarla, llamó la atención de los investigadores y lo situó en su punto de mira desde el principio. Más todavía cuando hablaron con los familiares de la mujer y les explicaron que los dos tenían conflictos a raíz de la separación y que su relación no había acabado de manera amistosa. En Miami tenían una empresa tecnológica, pero mientras ella quería dividirla equitativamente con un 50% para cada uno, él reclamaba tener un 75%.
El hombre, sin embargo, negó que tuviera nada que ver con la desaparición y explicó que aquellos días él estaba en Serbia, su país natal. Su abogado explicó que estaba colaborando con todo lo que le pedían y que no se había desplazado a España porque no sabía el idioma y no conocía a nadie. La familia, sin embargo, aseguró que el hombre ya se estaba vendiendo gran parte del patrimonio que compartía con ella y que los había amenazado cuando intentaban contactar con él. Los investigadores, bajo las órdenes de un juzgado de Madrid, empezaron a pensar que pudiera haberla matado.
En coche de Serbia a Madrid para matarla
No obstante, las diversas indagaciones y las múltiples pistas que encontraban no hacían más que confirmar la hipótesis del crimen machista. Los investigadores pudieron confirmar que había viajado de Estados Unidos hasta Serbia en avión, haciendo escala en Estambul, pero también constataron que había alquilado un coche en Belgrado en el cual hizo 26 horas de viaje por carretera hasta Madrid. En España intentó robar unas placas de matrícula para intentar pasar más desapercibido, pero el propietario del vehículo lo denunció. Eso es lo que precisamente permitió ubicarlo en la capital española, en los alrededores del piso donde vivía Ana María.
Al comprobar las imágenes de las cámaras de seguridad de la zona, pudieron identificarlo. La misma noche de la desaparición, un hombre que escondía su rostro con un casco de motorista roció con pintura las cámaras del portal. A pesar de las precauciones para no ser identificado, sin embargo, un tatuaje lo delató. Además, se pudo averiguar de dónde había salido la pintura utilizaba y en qué local se había comprado, quedando grabado también por las cámaras de la tienda. Si eso no fuera suficiente, también quedó grabado saliendo del edificio de Ana María horas después de pintar las cámaras, esta vez arrastrando una maleta. Los investigadores sospechan que ya la había matado y llevaba su cadáver escondido dentro.
Los investigadores buscan el cuerpo de Ana María
Después de cometer el crimen, según los investigadores, volvió en coche hacia Serbia deshaciéndose del cadáver en algún punto antes de cruzar la frontera. Posteriormente, envió dos mensajes por WhatsApp, uno en inglés y otro en español, a dos amigas para simular una desaparición voluntaria. A estas alturas se trabaja para encontrar los restos mortales de Ana María y se está analizando el móvil de su marido para intentar averiguar qué ruta siguió y dónde los podría haber dejado.
Aunque todavía no se han podido encontrar, las pistas contra su marido son muchas y el pasado 4 de mayo, dos meses después de los hechos, fue detenido en el aeropuerto de Miami cuando llegaba procedente de Serbia. Después de declarar ante el juez, ingresó en prisión provisional ante el elevado riesgo de huida. Está acusado por un tribunal de Florida "de apoderarse, confinar y secuestrar" a una mujer, un delito por el cual, en caso de ser declarado culpable, se podría enfrentar a cadena perpetúa.