El Tribunal Superior de Justicia de Canarias ha condenado a 16 años de prisión a una pareja por agredir física y verbalmente a su hija de 3 años, además de someterla a repetidas violaciones en Las Palmas de Gran Canaria. Aparte de la pena de prisión, el tribunal también ha decretado la prohibición de los padres de acercarse y comunicarse con la menor durante otros 16 años.

Maltrato físico y psicológico

Los hechos fueron denunciados el año 2016 por parte de una tía de la menor que convivía con la familia en su domicilio de Gran Canaria junto con su hija. Ambas mujeres presenciaron varias de las palizas y decidieron grabar una de ellas desde otra habitación para tener pruebas a la hora de denunciar. Entre enero y mayo de aquel año, la niña fue agredida física y verbalmente por su madre, mientras su padre la violaba repetidamente.

Según los familiares de la menor, la madre la golpeaba indiscriminadamente por todo el cuerpo mientras gritaba "todo tipo de insultos y desprecios con diversas amenazas". Durante estos episodios era habitual que la madre utilizara frases como "a llorar al parque; calla ya, tonta; estoy de ti hasta los cojones" además de insultos como "boba de mierda", "cabrona" e "hija de puta". El padre era plenamente consciente de estos maltratos y no hacía nada para evitarlos. Al contrario, participaba de las agresiones al violar en varias ocasiones a su propia hija, lo cual la madre consentía e incluso facilitaba.

Se drogaban en la habitación de la pequeña

Por otra parte, la tía de la niña también ha denunciado las malas condiciones en las cuales vivía la menor: solo la duchaban una vez a la semana, y sus padres utilizaban su habitación para consumir todo tipo de drogas como hachís, crack y cocaína rosa.

La pareja recurrió la sentencia del tribunal alegando que su hija no había testificado en el juicio oral. El juez ha desestimado el recurso, sin embargo, diciendo que se tenía que evitar "la reiteración de las vivencias derivadas de los hechos en la menor a causa de su edad," una medida orientada a disminuir los efectos que estos sufrimientos puedan tener sobre su desarrollo, así como para evitar una victimización secundaria.