Los pasajeros que el pasado domingo iban en autobús de Madrid a Bilbao no olvidarán los minutos de auténtico terror que tuvieron que vivir cuándo el conductor del vehículo se desmayó de forma repentina circulando a 120 km/h. Los hechos tuvieron lugar hacia las diez de la noche en la autovía A-1, a la altura de Madrigalejo del Monte, a pocos kilómetros de la ciudad de Burgos. El chófer perdió el conocimiento de repente y el bus circuló durante unos metros a gran velocidad y sin control. Según han explicado algunos de los pasajeros, el vehículo se desvió hacia la izquierda e impactó con la valla de la mediana, posteriormente fue hacia la derecha y se llevó por delante varias señales de tráfico.

El pánico entre los 35 pasajes que había en el autobús se empezó a extender. Mucho de ellos ya veían su vida pasar por delante de los ojos, mientras otros llamaban por teléfono a sus familias para despedirse. Se desconocía que le había pasado al conductor e, incluso, se pensaba que podría haber muerto. En estos momentos de máxima tensión, dos de los pasajeros pudieron reaccionar rápidamente, ir hasta la parte delantera para coger el volante y reducir la velocidad del bus. El conductor se despertó y, todavía aturdido, volvió a acelerar. Los gritos de los pasajeros lo llevaron a acabar desviándose hacia un área de servicio y parar el autobús.

Desde allí, alertaron a los servicios de emergencias. Varios sanitarios se desplazaron hasta el lugar de los hechos y atendieron a algunos de los pasajeros que sufrían ataques de ansiedad, aunque ninguno de ellos resultó herido físicamente. También se atendió el conductor y se le trasladó a un centro hospitalario, pero se desconoce los motivos que provocaron aquella pérdida de conocimiento repentina y la recuperación al cabo de unos momentos. Otro autobús de la compañía fue a buscar a los pasajeros para seguir con la ruta, que acabó con la llegada a Bilbao hacia las tres de la madrugada. La empresa de autobuses ha apartado al conductor hasta que no supere una revisión médica, pero explica que no tiene acceso a la información médica de sus trabajadores. Los pasajeros, por su parte, reivindican saber qué le pasó, ya que les podía haber costado la vida.