Sacarse el carnet de conducir es a menudo un trámite estresante. Primero nos tenemos que estudiar todo un reglamento, tenemos que aprender cómo funciona el coche, ganar confianza en nuestro control, encontrar formas de aparcar bien y rápido… Estas acostumbran a ser las partes más complicadas para la mayoría de la población, pero hay otro aspecto que a menudo ignoramos y que para algunas personas es el que puede decidir si tendrán derecho a conducir o no.

Para poder tan solo intentar sacarnos el carné tenemos que superar un examen visual, uno auditivo y uno para medir nuestros reflejos. Además, también se tiene en consideración nuestro estado de salud, y si no gusta a la Dirección General de Tráfico, nos pueden dejar sin carné. Hay algunas enfermedades y patologías médicas que pueden afectar a nuestra capacidad de conducción, y, a causa de eso, podemos perder la posibilidad de conducir.

Algunas condiciones permiten conducir si el médico lo acepta

Las enfermedades que nos pueden afectar a la hora de sacarnos o renovarnos el carné son muy diversas y van desde aspectos mentales hasta físicos. Antes de empezar con el listado, es importante tener en cuenta que la decisión final sobre si podemos conducir o no depende no solo de la condición, sino también de la gravedad del caso en particular, de la eficacia del tratamiento y de la evolución del paciente, entre otras cosas. Algunas de las condiciones que dependen de estos criterios son la depresión, la ansiedad, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) u otras enfermedades neurológicas. En estos casos, si el médico considera que el tratamiento es eficaz y que ni el problema ni los medicamentos — en caso de consumir alguno — afectarán negativamente a nuestra conducción, podremos conducir sin ningún tipo de problema legal.

Por otra parte, otros efectos que son demasiado graves o imprevisibles para poder conducir: algunas enfermedades cardiovasculares como la arritmia nos puede invalidar directamente la posibilidad de conducir, ya que sus efectos —mareos y pérdidas de conocimiento momentáneas — podrían ser fácilmente mortales si pasan al volante. La insuficiencia cardíaca, por ejemplo, también invalida la posibilidad de conducir, pero con ayudas como los marcapasos se podría superar la prohibición. Con respecto al campo neurológico, la epilepsia es una de las más restrictivas, ya que aquellos que la sufren pueden tener un ataque de forma inesperada en cualquier momento. Aquellos que han sufrido accidentes cerebrovasculares que les han dejado secuelas tienen que pasar un examen muy exhaustivo.

Uno de los grandes problemas a veces no son las enfermedades en sí, sino los efectos derivados de estas. Por ejemplo, un cáncer no impide conducir, pero a menudo la quimioterapia y la radioterapia causan somnolencia, mareos y una reducción de los reflejos, lo que puede justificar que se nos prohíba coger el coche. En definitiva, son muchos los factores que pueden impedir o restringir la capacidad de conducción de una persona, pero en caso de duda se puede consultar la DGT, que proporciona un reglamento claramente definido. Lo que resulta vital al final es la evaluación médica de cada caso en particular.