La Guardia Civil ha desarticulado una de las infraestructuras tecnológicas más potentes dedicadas a las ciberestafas masivas en todo el mundo. La operación, bautizada como Mosenik ha desmantelado un sistema industrial capaz de enviar millones de mensajes y llamadas fraudulentas al día. En los registros, la policía ha realizado tres registros en Barcelona —en un piso, un local comercial y un trastero— y han encontrado el corazón de la maquinaria: 35 Simbox industriales, es decir, cajas que pueden guardar hasta 100 tarjetas SIM con 865 módems. Una de ellas era portátil, capaz de operar desde cualquier lugar, solo con conexión wifi o una red móvil, una herramienta pensada para escapar de cualquier rastreo policial. Además, los agentes han intervenido 70.852 tarjetas SIM, de las cuales 852 estaban activas, 60.000 estaban preparadas para utilizar y las otras 10.000 eran nuevas.

Hablaban en ruso 

La investigación comenzó después de que la Comandancia de Alicante recibiera varias denuncias en las que las víctimas alertaban de haber sido estafadas a través de llamadas telefónicas. La Guardia Civil abrió unas pesquisas y descubrieron que los estafadores realizaban llamadas suplantando a la Policía Nacional, a trabajadores del Banco de España o incluso a su entidad bancaria. Mediante técnicas de engaño, les hacían creer que eran víctimas de un ataque informático, y les obligaban a realizar transferencias inmediatas de grandes cantidades de dinero.

La clave para tener éxito, de hecho, era la personalización. A pesar de enviar millones de mensajes al día, los investigadores descubrieron que los estafadores estudiaban perfiles concretos para aumentar la eficacia de estos. En muchas ocasiones, de hecho, los delincuentes hablaban en ruso o ucraniano, para captar a residentes en España de estas nacionalidades. 

Una veintena de mensajes por minuto

En la operación se ha detenido a un hombre de 41 años, acusado de ser el autor de los delitos de estafa, usurpación de identidad, falsedad documental, daños informáticos, blanqueo de capitales y pertenencia a grupo criminal. La Guardia Civil cree que este individuo controlaba él solo la infraestructura, mediante una decena de ordenadores.

Su función era clara: montar, mantener y alquilar la infraestructura a redes de ciberdelincuentes de todo el mundo. Cada módem podía enviar entre 12 y 18 mensajes por minuto, hasta 2,5 millones de mensajes fraudulentos al día. Para evitar ser detectados por la policía, los números de teléfono se activaban rápidamente y se quemaban para evitar rastreos. 

La Guardia Civil analiza todavía una cantidad muy grande de datos y no descarta que puedan aparecer muchas más víctimas de este entramado. Además, se estima que el volumen total del dinero estafado podría alcanzar varios millones de euros.