Existe un pueblo idílico, que prácticamente ha sido copiado de un cuento de hadas, pero con un enorme problema: nadie lo habita. El pueblo cuenta con más de 700 castillos construidos con el objetivo de convertirse en el hogar de centenares de familias, pero que, con el tiempo, no ha logrado llamar la atención de ninguna. Ahora, este pueblo de cuento de hadas tiene un aspecto prácticamente fantasmagórico, con imponentes edificaciones en las que reina el silencio, tanto dentro como fuera. 

El pueblo en cuestión es Burj Al Babas, y se encuentra ubicado en Turquía, concretamente a mitad de camino entre Estambul y Ankara, las dos ciudades principales del país. Visto en fotografías o desde lejos, tiene una estética idílica: centenares de castillos blancos, de estilo europeo, construidos en fila, formando un paisaje que ni la ruta de los castillos de Alemania podría imitar. No obstante, no es oro todo lo que reluce, y existe una explicación por la que esta ciudad fantasma está deshabitada

Una idea solo apta para las clases altas

El año 2011, cuando gran parte de la sociedad occidental todavía sufría los estragos de la crisis económica del año 2008, unos empresarios turcos tuvieron la idea de construir un pueblo en el que sus habitantes vivieran en castillos. Esta idea pretendía satisfacer las demandas de un público muy exclusivo y refinado, caracterizado por su gran poder económico y su deseo de ostentación. Así pues, la empresa de construcción turca Sarot se hizo cargo del proyecto, y empezó a edificar formidables castillos europeos en medio de Turquía, en lo que era un ambicioso macroproyecto urbanístico

La empresa ideó los castillos para que sirvieran de residencia principal, o bien de segunda residencia, para todos aquellos que pudieran (y quisieran) comprarlos. Ya antes de que empezara la construcción de la mayoría de fortalezas, la empresa comprometió o, mejor dicho, vendió anticipadamente, un elevado número de ellas a diversos inversores procedentes de alrededor del mundo; los principales clientes interesados en adquirir los castillos, tal y como escribió El País, procedían de países como Catar, Kuwait, o los Emiratos Árabes Unidos. La preventa de los inmuebles se tradujo en la tala masiva de árboles, así como a la destrucción de miles de hectáreas de suelo fértil. El proyecto, que empezó en 2011, superó en apenas tres años el límite establecido de castillos construidos: en 2014, se habían construido un 80% más de lo estipulado

El proyecto se paralizó porque los compradores no podían hacer frente a los gastos

Dos años después de que la empresa constructora sobrepasara el límite establecido, empezaron a llegar los problemas. Los clientes eran incapaces de pagar los préstamos que debían a la empresa y empezaron a anular muchas operaciones, cuando el proyecto estaba prácticamente acabado. Los responsables del grupo, según recoge El País, también apuntan que el desplome del precio del petróleo contribuyó a la anulación de las operaciones. Todo esto llevó a que el proyecto se quedara sin financiación, y a la constructora a declararse en bancarrota. 

El pueblo de cuento de hadas se detuvo en el tiempo, como si un hechizo hubiera caído sobre él.